El pueblo fuente de todo poder. Escribe Saúl Piña

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El espíritu vareliano ilumina con senderos ciertos y firmes de nuestra instrucción pública, pero, a la vez, y lo que resulta fundamental se convierte, en la simiente inalterable de nuestra evolución democrática, ya que va a procurar, en las canteras del propio pueblo, la arena más pura de su futuro.

El 24 de octubre de 1879 falleció a temprana edad José Pedro Varela, dejando hondas huellas de su obra fundamental que fue la reforma de la educación, a la que consagró, sin treguas, las que finalmente serían sus menguadas horas.

Su legado, como asegurara Vaz Ferreira, fue un verdadero fermentario de las formas dignas del convivir republicano. Varela aseguraba que “el sufragio universal, supone la conciencia universal, y la conciencia universal supone y exige la educación universal. Sin ella la República desaparece, la democracia se hace imposible y las oligarquías, disfrazadas con el atavío y el título de la República, disponen a su antojo del destino de los pueblos y esterilizan las fuerzas vivas y portentosas que todas las naciones tienen en sí mismas “.

Afirmaba: “Es indudable que los gobiernos pueden concurrir en el sentido del bien o del mal, pero su acción es siempre secundaria, transitoria e inestable. Es en la sociedad misma, en su constitución, en sus hábitos, en su educación y en sus costumbres, donde deben buscarse las causas permanentes y eficientes de la felicidad o la desgracia de los pueblos”.

También estableció lo que de cara al próximo domingo 27, es bueno analizar, cuando decía:” el gobierno democrático-republicano supone en el pueblo las aptitudes necesarias para gobernarse a sí mismo: él es el mejor juez para apreciar la bondad de las leyes que deben regirlo; él decide por medio de sus representantes, de sus delegados, de los que reciben el mandato y no hacen más que dar forma a sus aspiraciones, cuál es el molde, en que debe vaciarse la vida nacional, su cuádruple manifestación política, social, religiosa y económica; él marca los límites de la libertad, él señala las fronteras del Derecho; él define el abuso, clasifica el crimen y señala la pena: en una palabra el pueblo en la República reconociéndose como el soberano, como la fuente de todo poder, y de todo saber , es su propio legislador y su propio juez”.

La intensidad y la riqueza de la vida de Varela, mantiene hoy su dinamismo, su afán público y político, tallaron en cada instante de su existencia, el perfil de un auténtico Maestro.

En un tratado sobre Gobierno y Pueblo, el Reformador establecía: “Las transformaciones sociales son lentas y se producen regularmente, a despecho de las mutaciones transitorias de los gobiernos. Las generaciones actuales son las que educan a las generaciones futuras, y cuando aquellas adolecen de faltas y vicios, la educación que proporcionan es defectuosa y viciosa”.

La Escuela Vareliana, es una Escuela para la libertad y la democracia. A la trascendente tarea cultural une una gran labor cívica cuando afirma “preparar al niño para ser hombre y al hombre para ser ciudadano”.

El próximo domingo 27,los uruguayos tendremos el gran privilegio de poder cumplir con espíritu de fraternidad y tolerancia, con la verdad de Varela: “el pueblo es el gran soberano “.



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