Lavalleja: un ejemplo con vigencia. Escribe Saúl Piña

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Cuando el 22 de octubre de 1853 se paralizó su noble corazón, el Gral. Juan Antonio Lavalleja y de la Torre, sumaba cuarenta y tres años de servicios a la Patria. 
La muerte ocurrió en el Fuerte ocupado en sus tareas de gobierno en los destinos nacionales, lo que cumplió sin treguas y con un elevado nivel de compromiso, tratando de encontrar los mejores caminos en beneficio de la Patria.

Nacido en el medio rural y forjado en las duras tareas de las actividades campesinas, contribuyó a crear en Lavalleja las energías y el valor temerario que le dieron prestigio y fama en las luchas por la independencia.

Decía Rómulo Gallegos, que su especial personalidad se destacó por tres cualidades: el valor, la maestría como jinete y la destreza en las tareas rurales.

Fue un brillante y temerario oficial de Artigas, combatió asombrando con su arrojo, contra porteños, españoles y portugueses. Su accionar le ganó el honroso título del Libertador, que inmortalizó su nombre.

El Desembarco de la Agraciada al frente de los Treinta y Tres Orientales, alcanza para elevar su nombre a las más altas jerarquías históricas.

Soldado en un complejo escenario de gloria y grandeza que el inició, se destacó por el sereno equilibrio de su patriotismo y por el elevado espíritu y desinterés en el complejo escenario que en aquel tiempo se vivía. Junto con otros próceres, fomentaron a contribuir la voluntad de hacer libre y soberana a la Patria, Lavalleja afirmó su vocación de libertad al lado de Artigas, pero también, junto con el consolidó sus convicciones y su confianza en los órganos representativos de la nación, para orientar y decidir de sus destinos.

Lavalleja tuvo una estrecha vinculación con este Durazno al igual que Artigas, distinguiendo la entonces “Villa San Pedro del Durazno”, como escenario de su accionar político, algo que nos debe llenar de orgullo.

Lavalleja disfrutó muy poco de las bondades del hogar, que había formado con su querida esposa Ana Monterroso, debido a los compromisos asumidos en la búsqueda de las mejores cosas en beneficio de la libertad. Fue un fiel soldado de la epopeya Artiguista, y en su recia figura de guerrero están contenidas las más puras esencias de la orientalidad.

Era dueño de una elevada calidad humana y responsabilidad con el compromiso asumido; valores que deben tener, todos aquellos a quienes el destino los coloca en la responsable condición de conductores. Un ejemplo que siempre deberá ser tenido en consideración.

El destino le reservó morir, en la misma noble tarea en la que había vivido: sirviendo con compromiso y honestidad a los ciudadanos. Como primer homenaje, el gobierno del momento decretó que en su tumba en la Catedral se grabara esta inscripción: “El Pueblo Oriental a su Libertador”...



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