El primer presidente de la República. Escribe Saúl Piña

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El 24 de octubre de 1830, el voto casi unánime de la Asamblea General, ungió a la primera magistratura de la Nación al General Fructuoso Rivera. Aquel sufragio del Parlamento, no era solo el cumplimiento de un mandato constitucional, sino que significaba el consenso del país que quiso llevar a la primera presidencia que regiría los destinos del nuevo Estado, que mejor se identificaba la más perfecta armonía del sentimiento popular.

José Fructuoso Rivera y Toscana, era un militar uruguayo que tuvo profunda participación en las luchas independentistas, y fue el primer presidente constitucional del país recientemente independizado, siendo además fundador del Partido Colorado. 

La elección tenía dos principales candidatos: Rivera y Lavalleja. Jefe de los Treinta y Tres este último y Conquistador de las Misiones el primero. La elección fue muy clara: 27 representantes votaron por Rivera. Cinco por Lavalleja. Dos por Gabriel Pereyra y uno por Joaquín Suárez. Dicen los historiadores que Rivera recibió el apoyo ciudadano, porque su prestigio representaba muchas cosas en esta tierra, como el respeto artiguista a la voluntad popular y el culto a la democracia, como el absoluto respeto al derecho del adversario.

En las emotivas palabras pronunciadas al asumir su cargo, Rivera dijo: "empecemos por reconocer que lo pasado ya no existe, sino como un recuerdo útil para mejorar lo futuro". Puso especial énfasis en su confianza en la ley, señalando: "El Pueblo Oriental y su Constitución, esta es nuestra divisa: con ella seremos fuertes, con ella seremos invencibles". 

Rivera acudió a Montevideo desde su finca en Santa Bernardina, para presentar el juramento constitucional, en acto celebrado el 6 de noviembre de 1830, en reunión Extraordinaria de la Asamblea General. Al asumir funciones, puso en conocimiento y en acción la esencia de su pensamiento, procurando un escenario en el país, de comprensiva y fraternal tolerancia, en la búsqueda de la unión de los ciudadanos, solicitando que: "fueran conservadores de la tranquilidad y protectores de la ciudadanía, y se distinguieran por la moderación en la paz, como lo habían sido por su valor en la guerra, ceñidos a su conducta específica y al respeto a la ley y a los ciudadanos. 

Los orientales han acreditado muchas veces que son valientes y ¿Por qué dejarían de ser generosos? En un pueblo de bravos, nadie invoca la concordia por debilidad y mi mayor gloria se cifra en presidir ciudadanos libres e independientes". 

Que vigencia contienen estas palabras, que deben llamarnos a la reflexión. También hacernos pensar que para juzgar las luces y sombras en la conducta de aquellos hombres que nos dieron libertad y la identidad nacional, tenemos que ubicarnos en el tiempo y en el escenario. 

Valorar que encendieron la luz que nos marca el sendero apropiado, para el logro de la armónica convivencia entre los uruguayos. La responsabilidad es muy grande y comprometida para todos.   IR A PORTADA 

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