Un recuerdo para Rosina a 31 años de su partida. Escribe Saúl Piña

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El buen andamiento de las cosas relacionadas con la cultura, del bienestar, de la alegría de vivir y de la armonía de toda sociedad, se refleja, entre otras manifestaciones, en el escenario cultural, destacándose el teatro, que es vía de expresión de inquietudes espirituales, reflejo del pensamiento y de los modos de experimentar el auténtico sentir del pueblo.

La actividad teatral tiene la virtud de que recoge y perpetúa concepciones estéticas, sentido moral y gallardía cívica, según las situaciones, que el genio o la voluntad de sus autores, para que luego los actores expongan en el escenario los valores de su capacidad representativa. El arte teatral tiene la particularidad de reflejar, a través de las épocas, los problemas morales, la cultura, las costumbres y los sentimientos de la sociedad humana.

Durazno tiene el privilegio de ser cuna de un destacado dramaturgo, como lo es Orlando Aldama, cuyo prestigio tuvo especial significación en la vecina República Argentina, siendo autor de destacados y exitosos guiones de afamadas películas interpretadas por el recordado Luis Sandrini. También la calidad de las obras de Ernesto Herrera, quien tuvo una estrecha vinculación con nuestro medio cultural.

Destacar la creación del “Pequeño Teatro de Durazno”, fundado el 18 de junio de 1961, donde fue alma mater en la iniciativa, la recordada Rosina Sosa Galó, quien en una suerte de apostolado dedicó su vida al apasionante arte teatral. El 12 del presente mes de octubre, se cumplen 31 años de su partida, y quienes tuvimos el privilegio de compartir el escenario con ella, la recordamos con especial afecto. Fue una mujer de profunda sensibilidad, de duro carácter pero de dulce corazón, quien comprometida con la cultura de Durazno, ejerció con elevada profesionalidad y compromiso, la enseñanza del arte teatral.

El 13 de octubre de 1992, en el acto del sepelio de Rosina, el recordado Maestro y Poeta Jorge Echenique Flores, decía: “Ella entregó su vida al teatro, pero el teatro, agradecido, le va a retribuir. Porque nunca más va a estar vacío. Cada vez que entremos, con o sin función, andarán sus pasos de terciopelo por la sala, y su voz de tono bajo y de susurro que ponía cada vez que entraba a su templo. Ella andaba sola por los caminos de la vida y encontró en su sendero dos máscaras: una alegre y otra triste. Ella recogió las máscaras y se las puso para cubrir su soledad. Yo sé que muchas veces, cuando el público veía la máscara de risa, la mejilla en su rostro verdadero, brillaba con una lágrima. Yo sé que muchas veces, cuando la gente veía la máscara triste, su rostro estaba resplandeciente y feliz”. 

En esta fecha de su partida, recordamos a Rosina con un particular afecto, valorando su vital impulso a la educación y al arte teatral, que es vía de expresión de inquietudes espirituales, en la búsqueda de generar la existencia de valores que hagan mejor la convivencia armónica en esta sociedad.   IR A PORTADA 

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