El mandato histórico. Escribe Saúl Piña
Vivimos tiempos de globalización y de una dinámica muy particular, que provoca cambios increíbles en todas las sociedades.
Como nunca tiene total vigencia, la fantástica letra del tango “Cambalache”, que buena cosa es leerla y reflexionar. Dentro del escenario que plantea este tango, se instalan fenómenos como que Bolívar se ha vuelto socialista y Artigas es comparado con el Che.
Frente a esta situación real y de deformación histórica, resulta conveniente refrescar la memoria y rescatar valiosos caudillos, que el Uruguay supo tener en viejos tiempos.
Dentro de los mismos se destaca al Dr. Luis Alberto de Herrera, de quien el 8 del presente mes, se cumplirán cincuenta años de su fallecimiento. Fue uno de los grandes caudillos que tuvo el Partido Nacional, destacándose por su militancia, fidelidad y su accionar en instancias cruciales para la vida política e institucional del país.
Herrera es uno de esos líderes que ha superado el color de las divisas, para transformarse en todo un símbolo de otros tiempos que este Uruguay supo tener. En noviembre del año anterior a su fallecimiento, se había plasmado en realidad uno de los grandes sueños de su vida: obtener el gobierno luego de 93 años de ostracismo.
En estos tiempos, es buena cosa destacar para que sirva de información y también de ejemplo, la opinión que Herrera tenía sobre la política exterior, poniendo en evidencia la sabia frase de Artigas “No venderé el rico patrimonio de los orientales, al vil precio de la necesidad”.
Tenía la idea fija de la defensa de lo que llamada “el pago”, afirmando que a partir de lo “Oriental”, el país debe relacionarse con sus vecinos y con todo el mundo, pero manteniendo siempre y a toda costa, el derecho de no alinearse por razones ideológicas, anteponiendo los auténticos intereses nacionales, con sentido patriótico y en defensa del derecho de los pueblos, para vivir en libertad y sin condicionamientos que afecten los códigos de la democracia y los legítimos derechos de los ciudadanos.
Por oposición de Herrera, en la década del 40 y en plena Segunda Guerra Mundial, el gobierno de Estados Unidos, no pudo instalar una base militar en Laguna del Sauce.
Herrera argumentó su negativa, por considerar que Uruguay perdería un trozo de autonomía. Luis Alberto de Herrera fue un auténtico conductor y como José Batlle y Ordoñez, fue un líder que tuvo la capacidad de interpretar las señales de los tiempos que corrían, interpretar el sentir del pueblo, y ver también un poco más el futuro.
Con sus luces y sombras, que son fruto del tiempo en el que se ubican las acciones; resulta bueno para el fomento de la democracia, contribuyendo a la formación del libre pensamiento de los ciudadanos, conocer la vida y obra de hombres, que tanto contribuyeron para el fortalecimiento de los cimientos del país que hoy tenemos, que si bien hay cosas para cambiar, no todo lo heredado ha sido negativo. No tenemos necesidad de recurrir a héroes o caudillos de afuera.
Tenemos el privilegio de contar con ciudadanos que fueron gobernantes y actores políticos, cumpliendo con compromiso y sentido del honor, con las responsabilidades que el voto popular les otorgó.
No se puede desconocer, que desde el fondo de nuestra propia historia, surgen las ideas de justicia, de libertad y de defender nuestra identidad.
Los uruguayos debemos recogerlas y hacer que tengan total vigencia. Esto es nada más ni menos que, un mandato histórico que supera la eventualidad de los hombres.