Seis de cada diez jóvenes no terminan el liceo o la UTU
En la Copa América de la educación -o mejor dicho de quienes terminan el bachillerato-, Uruguay no pasa siquiera la fase de grupos. Está en el pelotón de abajo, mezclado con aquellos que miran de lejos -y de atrás- el promedio regional.
En una competencia bastante más trascendente que la de embocar una pelotita adentro de un arco -por no decir en la única competencia en que gana quien adquiere competencias- solo el 43,4% de los uruguayos de 21 a 23 años termina la enseñanza obligatoria. Y apenas el 36,3% lo hace en tiempo y forma.
Como en los dos últimos torneos futbolísticos, Chile es quien levanta la copa y duplica a Uruguay. La Celeste -para seguir con la analogía- figura muy por detrás de sus vecinos Argentina y Brasil. De hecho sus rivales más parejos, según las cifras de Unesco, son Honduras, Guatemala y El Salvador.
Cuando comenzó el actual período de gobierno, la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) se había fijado que al término del quinquenio el 75% de los jóvenes completase la educación media superior. La Administración arrancaba así una ambiciosa carrera que en su línea de salida solo contaba con el 39% de veinteañeros graduados.
A esta altura de la competencia, habiendo terminado el año 2018, el 58% de los jóvenes debería haber obtenido el título de bachiller para que se estuviese cumpliendo con la meta trazada. Pero la realidad, según la propia ANEP en base a la Encuesta Continua de Hogares, muestra que en cuatro años la evolución fue inferior a cuatro puntos porcentuales y, a este ritmo, el quinquenio acabará con más de la mitad de los veinteañeros sin culminar el bachillerato.
Esta luz roja hace cambiar los desafíos históricos que tenía la ANEP. El maestro Julio Castro, que además de haber sido detenido y asesinado por la dictadura fue uno de los hombres más influyentes de la educación de mitad del siglo pasado, identificaba un problema del sistema de enseñanza uruguayo: la falta de inscripción en el ciclo básico del liceo y UTU. Eso, a juzgar por el avance de las metas de ANEP, ya está resuelto. Y el talón de Aquiles pasa a evidenciarse en el segundo ciclo, en el bachillerato.
No es que usted esté leyendo una noticia “vieja” o viendo una edición repetida de la Copa América, sino que la montaña se está escalando a un ritmo menor al esperado.
La ANEP sabe que es así porque, como no había sucedido en la historia, se fijó metas cuantitativas. La ANEP sabe que la medición no es perfecta porque puede haber problemas de la encuesta. Sabe que los horizontes trazados son de cobertura, asistencia y egresos, pero que no se miden los resultados de aprendizaje. Y sabe que el no haber alcanzado el 6% del PIB para la educación puede haber cambiado los cálculos pero no explica del todo el escenario actual.
Hechas todas estas aclaraciones, hay algo que ni la ANEP, ni los sociólogos y otros “ólogos” se explican: ¿cómo puede ser que en 2018 caiga la asistencia a centros educativos de jóvenes de 16 y 17 años? ¿Cómo ocurre esto cuando aumentaron los cupos en liceos y UTU, creció la matrícula, se dispuso de tutorías y clases de apoyo, y...?
Algunos técnicos, de esos que miran el margen de error de las encuestas, dirán que, más que caer, la asistencia “no crece”. Y otros, como el director de Investigación, Evaluación y Estadística de ANEP, Andrés Peri, intentarán una explicación más histórica.
En octubre de 2014, cuando las metas de la ANEP eran apenas un borrador en una hoja, Peri fue uno de los conferencistas en la charla local de TED. Ya entonces advertía que el problema del Uruguay es que la educación media no nació con vocación universalista de llegarle a todos. Los primeros textos de políticas educativas estaban centrados en cómo hago de puente entre quienes acaban la escuela y quieren continuar hacia la educación universitaria. Ahora se quiere cambiar el paradigma, que sea para todos, pero no se ha modificado el sistema que “está construido en base a la selectividad”.
En el otro extremo del embudo están los niños más pequeños. La educación aún no es obligatoria a los tres años. Pero la ANEP se trazó “contribuir a la universalización de la cobertura de tres años”. La Administración se había propuesto que, en 2018, hubiese al menos 13.643 niños de esa edad matriculados. Y se superó los 14.200.
La penca es qué sucederá con Uruguay en la Copa América de la educación de 2032 o 2035, cuando los que estén jugando para egresar sean esos niños que hoy tienen tres años.
Fuente: El País