Raíces democráticas que vienen desde lejos. Por Saúl Moisés Piña

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En  varias oportunidades se han comprobado verse pronósticos de futuro, en los que los hombres, viven alejados de los fenómenos culturales, llevando a cabo una vida , poniendo énfasis en su accionar, más en lo sensorial que en lo intelectual.

En la medida de que es responsabilidad de nosotros los seres humanos, tratar de delinear el futuro, sin que ello sea tener la bola de cristal, nos toca esa responsabilidad de prever, tratando de superar las etapas de escasez y de necesidades.

Analistas sociales estiman que la herramienta básica para abrir los caminos del desarrollo, es la educación que promueve de forma paralela la cultura, por cuanto esta expansión, hacen factible la recreación artística del hombre, tanto por la creación como por el disfrute de la obra de terceros.

Un mundo realmente humano requiere que sea posible que se desarrollen en él, relaciones sociales basadas en las cualidades y atributos fundamentales que son reconocibles en los individuos.

La razón y el conocimiento son los elementos que pueden hacer que la falta de empatía, diálogo y sentimiento solidario, sea suplida por el calor de una vida que conlleve signos propiamente humanos como es el amor,  que la alejen de la animalidad.

Los medios de información nos acercan cotidianamente aberrantes hechos violentos pautados por la inseguridad; los hurtos, arrebatos y homicidios, lo que merece un tiempo de reflexión, que nos permita determinar porque hemos llegado a esta instancia de casi barbarie.

El futuro no puede consistir en un regreso al instinto, sino en un permanente avance por senderos de humanización, que traigan fraternidad y respeto por el semejante.

Comprobado está que en cada etapa de la historia, los hombres que integran el mundo, se debaten entre aristas que habrán de proyectarse hacia adelante, determinando con firmeza, las formas de convivencia del futuro y el legado para sus hijos.

Estos son tiempos de propuestas, por parte de aquellos ciudadanos a quienes los uruguayos, les otorgarán el privilegio de gobierno del Uruguay, recibiendo ese capital sagrado que otorga la democracia: el voto.

En estos futuros gobernantes, están puestas las esperanzas y la fe, para que, en sus proyectos de gobierno puedan integrar y luego cumplir, las auténticas preocupaciones del pueblo. Sería ello, la forja de un futuro digno de los antecedentes republicanos, que desde Artigas a las evidentes dificultades presentes, justifican hacer los sacrificios individuales o de corporaciones, dirigidos a incrementar, mayores y mejores metas de compromiso, justicia social, que promueva una distribución equitativa entre los uruguayos de menores recursos, en el ámbito democrático que fija con claridad los derechos y las obligaciones.

El árbol de la democracia uruguaya, tiene muy hondas raíces y no serán esos vientos extraños que no se sabe muy bien de dónde vienen, los que podrán afectar esas raíces.

Finalizo esta nota con una sabia frase del Prof. Carlos Scaffo: “El futuro nos mira, el pasado nos respalda, y su imperiosa conminación gravita sobre nosotros aquí y ahora”. Es un tema para la reflexión y para la inspiración de los futuros gobernantes.







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