Sobre repetición escolar. Por Saúl Moisés Piña

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El conocimiento de las normas y las disciplinas de la democracia se expande con el desarrollo de la educación del pueblo. La aventura del ser humano se inicia en el hogar con la familia, luego en la escuela, proyectándose después en todas las etapas de la vida del hombre.

Si alguna de las etapas iniciales se resiente, las secuelas quedarán para toda la vida. Es por ello que los presupuestos en materia de educación desde la escuela hasta la Universidad, representan en las naciones democráticas, importantes capítulos de gastos, pero también de compromiso de quienes son actores de la enseñanza y de los gobiernos que deben instrumentar planes adecuados a las necesidades del país y del momento que vive el mundo, conservando la laicidad como valor básico.

Los recursos aplicados a la construcción de edificios, conservación de los mismos y proporción de material de estudio y fomento de los comedores escolares, figuran entre los que mejor sirven al destino de progreso.

En estos días Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) se encuentra abocada al análisis de buscar alternativas, para eliminar la repetición como instrumento pedagógico, por considerar que la repetición obstaculiza la trayectoria educativa de los estudiantes.

El artículo 8º de la Constitución de la República establece: “Todas las personas son iguales ante la ley, no reconociéndose otra distinción entre ellas sino la de los talentos o de las virtudes”.

Es evidente que la repetición no es discriminar, sino el reafirmar conocimientos que habiliten enfrentar las nuevas etapas de futuro. Hay que premiar el mérito y el esfuerzo y la repetición es una herramienta pedagógica. El llamado “pase social” es un sistema de emparejar para abajo.

La escritora Mercedes Vigil ha declarado en esos días que este tipo de medidas “llevan al achatamiento intelectual, y que eligen como ser como Grecia o como los Persas: los Griegos crearon la República y la Democracia, pero crearon la educación porque sabían que ciudadanos sin educación tenían una República de baja calidad. A los persas no les interesaba educar, les interesaba adoctrinar, porque nunca quisieron que el hijo del esclavo dejar de ser esclavo.
Los populismos latinoamericanos -dentro de los que incluyo al uruguayo- prefieren ser  como los Persas”. Agregó que, “estamos en una crisis de valores en lo que la educación debería ser el centro. Un pueblo sin educación es un pueblo fácilmente manipulable”.

Tenemos el deber de que la sociedad uruguaya ponga énfasis en una educación pública de alto nivel, despojada de influencias partidarias, que forme hombres libres, de manera que los ciudadanos asuman que la libertad, tiene un alto grado de responsabilidad que comprende derechos pero también deberes.

El “pase social” o repetición desestimula el mérito y el afán de superación de los estudiantes. La no exigencia promueve la quietud del espíritu y limita la natural capacidad del hombre de superación en dignidad.

En las esperanzas, en la fuerza y en la riqueza moral e intelectual de los que van a los centros educativos, debe centrarse el gran esfuerzo de padres y docentes, ya que el mejor camino del futuro, está cifrado en las rutas que a la juventud de hoy, le puedan abrir los institutos de enseñanza, dictando clases de calidad y fomentando el mérito y el esfuerzo, guiados espiritualmente por la vocación democrática legada por Artigas.


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