Una fecha de gloria y compromiso. Escribe Saúl Piña
Si en el calendario que rige en Uruguay, el día 18 de julio es sentido con el valor auténtico, de lo que la palabra dice (Jura de la Constitución), esta jornada debe ser, como día para la meditación cívica, por lo que a los hombres significa el jurar y para lo que significa la Constitución.
Lo lamentable es que a los juramentos se los lleva el viento y a la Constitución se le vulnera.
Con sentido religioso o con sentido laico, jurar representa poner por testigo lo más alto de los cielos o lo más alto de la propia conciencia moral, para el propósito de cumplir determinada conducta. Jurar es condicionar la valoración del futuro. La Constitución representa el cuerpo fundamental de normas a que voluntariamente quiere un pueblo sujetarse. En ella se establece el modo de organizarse el Estado, a través de soluciones institucionales, que siempre son discutibles y perfectibles.
Los uruguayos tenemos conciencia, de que ha habido períodos en los cuales la Constitución no ha mantenido vigencia plena y ha sido agredida por grupos extraviados de un lado y del otro. Pero es todo un misterio, como en esas etapas de Constitución agredida, debilitada o ausente, ha mantenido sus ricos valores, más allá de grupos o personas cuya vigencia fue fugaz. Y esto ha sido así, por cuanto la Constitución es del Uruguay y de los uruguayos.
Es la Carta Fundamental del Estado y de los ciudadanos, ya que no surgió de la casualidad ni de la copia caprichosa de textos extranjeros. La auténtica causa fue la vocación natural de los hombres inspirados por Artigas. Aquel 18 de julio de 1830, fue un día feliz y de gloria para la generación de aquellos tiempos, pero lo sigue siendo para las actuales y lo seguirá siendo para las futuras.
En aquella magna fecha, los orientales, consolidaron sus afanes de independencia y soberanía y, con la Constitución “las seguridades del contrato” de las que hablaba Artigas.
Tenemos que encontrar el motivo, ya que es injusto y no tiene explicación lógica, que el Uruguay enfrente situaciones de dificultades sociales y económicas, ya que es un país hecho para la armonía y el sentido natural de la proporción, sumándose una tradición democrática, que facilita el relacionamiento entre los orientales, en el respeto de las normas de convivencia social. Algo nos cambió.
El pueblo uruguayo tiene el gran privilegio, de que en las urnas, libremente y sin curatelas, ha sido siempre el gran depurador de los partidos y de los gobiernos, al volver la espalda a los hombres, que no cumplieron con sus deberes en el desempeño de su función pública.
Estos son tiempos para la reflexión, por cuanto se alientan cambios, lo que resulta natural por cuanto el fenómeno de la globalización así lo indica. Lo que si debemos tener en consideración, es que es básico el respeto de las tradiciones orientales, cuyo contenido debe ser fundamental en toda acción de futuro, sin variar el alma de la Constitución, que nos marca además de la libertad, el cumplimiento de las normas, derechos y deberes, tanto a gobernantes como a
gobernados.
El próximo 18 se recordarán 189 años de la firma de esta Carta, y es bueno destacar parte del texto, cuando dice:” No esperéis que ella repare instantáneamente los males que nuestra sociedad ha
experimentado…” “No, no es ella solamente la que ha de traernos la tranquilidad interior y la libertad. Es preciso que nosotros le sacrifiquemos las aspiraciones, que nos prestemos gustosos cumplir la ley y nos opongamos con firmeza al que intente traspasarla”.
Este 18 de julio es instancia de análisis de los uruguayos-- tengan el rol que tengan en la sociedad-- para asumir si realmente todos estamos cumpliendo con el deber cívico.
Por Saúl Moisés Piña