La guerra que debemos encarar. Saúl Piña opina sobre la educación
Un país es lo que su sistema educativo. Es una realidad que la educación tiene una estrecha vinculación con la política (ésta en su sentido amplio de gobierno de las sociedades) y no de su sentido partidario.
Es por eso que la educación uruguaya en todos los tiempos y en todos sus niveles haya sido la expresión y la fuente de una forma política basada, en la libertad de los individuos, el respeto al pensamiento e ideología del prójimo, la defensa de sus necesidades básicas y el derecho a decir y a hacer en la medida que ello no perjudique a los demás.
“Con libertad no ofendo ni temo”, ha sido la divisa de Artigas, que es en definitiva la divisa de todos los uruguayos. Una libertad con las limitaciones propias que garanticen su ejercicio y su permanencia. Cuando el país se apartó de esas normas, empobreció espiritualmente y cayó tanto en la vigencia de sus instituciones como en la convivencia armónica de sus habitantes.
El Uruguay sufre aún los resultados de esos tiempos negros en la democracia, originados por malos orientales, que pretendieron el poder mediante la fuerza y el desconocimiento de la Constitución. Una etapa que se logró superar, pero de la cual debemos sacar reflexiones para el futuro.
Estos tiempos, la conmoción generalizada que experimenta el mundo, la posibilidad de que nuestra vida sea perturbada por decisiones extrañas, hacen que nuestras preocupaciones se dirijan especialmente hacia nuestra educación. Porque solo fortaleciendo sus pilares, haciendo a los niños y jóvenes partícipes de nuestro ser nacional y de las convicciones que lo informan -que algunos denominan identidad artiguista- podremos mantener nuestros valores, individualidad y nuestra libertad esencial.
El 6 de agosto de 1878 Durazno tuvo el elevado privilegio de ser sede del Primer Congreso Nacional de Inspectores de Enseñanza Primaria, convocado por José Pedro Varela. Dentro de los temas prioritarios planteados por el Reformador estaba la vida escolar en el medio rural.
Se estableció la necesidad de dotar a las escuelas del campo, los materiales pedagógicos adecuados, disponiéndose textos con información de temas agrícolas y de las diversas tareas rurales. Se acordó por iniciativa de Varela, que en todos esos centros educativos, se haga la explotación de huertas. Ese proyecto tenía como objetivo, además del beneficio económico, un elemento para fortalecer la radicación de la familia en el medio campesino.
Los tiempos han cambiado y hoy el éxodo de la familia rural es un hecho negativo que lesiona la identidad nacional y el tejido social del país. Causa dolor ver las históricas taperas, que han sido escenario de familia, trabajo, hijos y amor por el pago. También producto de esa situación es lamentable el cierre de escuelas en el medio rural.
En tiempos donde la educación enfrenta serios problemas, es bueno recordar a Varela, quien pensó una escuela para la libertad, la laicidad y la democracia, y seguramente ninguna influencia ha sido mayor en nuestro estilo democrático de vida, que la que ejerció la escuela vareliana y la labor de apostolado de los Maestros.
Los que justifican la violencia y las grietas sociales, deben saber que la trinchera más avanzada en esta guerra que debemos librar en estos tiempos, está en la educación que sin duda otorga la auténtica libertad. De sus fracasos y de sus éxitos dependerá lo que seamos.