La crisis que afecta buena parte del mundo, no tiene solo relación con aspectos de manejo interno en cada país, sino que también responde a los grandes intereses económicos que manejan el mundo. Se suma otro flagelo global que es el deterioro de los valores morales de la sociedad, seguramente porque lo material ha superado lo espiritual.
En nuestro país se vivieron tiempos diferentes, lo que debe ser rescatado. Es evidente que por haber sido ignoradas una serie de deficiencias sociales, terminaron invadiendo cierto sector de la población.
No podemos desconocer que el fenómeno se manifiesta en todas las clases, promoviéndose hechos, como agresiones en las escuelas de padres a los docentes, a la policía; destacándose en Montevideo el reiterado atentado contra médicos y funcionarios de ambulancias en algunos barrios, lo que habla de un deterioro extremo de elementales normas de convivencia.
Existe un descontrol sindical, con paros que nada solucionan, incluyendo la enseñanza. La droga aumenta y descontrola. Estos son los temas que deben ser prioridad en los programas de gobierno de los distintos partidos políticos que hoy pugnan por obtener el próximo gobierno.
Se trata de temas vinculados con las demás cuestiones que hoy se reclama en todo el país, como por ejemplo: la inseguridad ciudadana, la violencia doméstica y en los ámbitos de la enseñanza, el auge de la delincuencia sin ningún tipo de códigos, que se ha extendido de manera preocupante, lo que genera miedo en los ciudadanos.
Importancia de la familia
Debe reconocerse que uno de los factores en este escenario ausente de valores, y que tiene gran cuota de responsabilidad, es el deterioro de la noción de familia, como unidad esencial, y el respeto a los mayores, en los que no son ajenos la enseñanza, como además una práctica asistencial, que no exige responsabilidades ni una contrapartida de trabajo, ignorando la regla básica en toda convivencia social, de que junto con los derechos hay también obligaciones que asumir.Esta situación que hoy enfrenta Uruguay no forma parte de nuestra tradición, tratándose de un fenómeno extraño y ajeno. Algunos argumentos que intentan justificación del problema, carecen de toda realidad, al punto de que algunos actores políticos extraviados, señalan que en otros países ocurren cosas peores. Debe recordarse que también ocurren cosas mejores.
El artículo 40 de la Constitución establece de manera expresa que la familia es la base de nuestra sociedad y que el Estado deberá velar por su estabilidad moral y material, para la mejor formación de los hijos dentro de la sociedad.
Es deber ineludible de todo Estado democrático, encontrar la forma de fortalecer la familia, que es la fragua donde se moldean los códigos de vida digna y de convivencia ciudadana.
Este país se hizo respetar a nivel mundial por ser tierra de paz, de libertad y de justicia. Uruguay surgió por obra de gobiernos y de personalidades rectoras, siendo en su tiempo un país de tranquilad, adelantado en materia educativa en todos los niveles, surgiendo ilustrados profesionales, que enaltecían las más diversas disciplinas, trascendiendo, incluso, las fronteras.
Los tiempos de extravío nos han dejado secuelas que debemos superar, lo que no es nada fácil, pero bien vale la pena hacer el esfuerzo. Debemos edificar una nueva sociedad para crear mujeres y hombres libres de la dependencia ideológica, de la ignorancia, y de otros países.
Fortalecer la familia y el sistema educativo, para la creación de personas que puedan discernir y así poder elegir lo que haga menos ruido pero que tenga mayor contenido.
Esta debe ser la noble tarea que más allá de la “ingeniería” política que predomina hoy, sus efectos podrán beneficiar a las próximas generaciones que debe ser nuestro gran compromiso.