No solo de pan vive el hombre. Escribe Saúl Piña

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Es muy común y con frecuencia en aumento, escuchar y leer quejas, lamentos y acusaciones, por la suerte de vacío en que se viene sumergiendo la vida humana, sobre todo en las sociedades altamente industrializadas. 

Es un caso muy particular lo que ocurre en Suecia, donde los jóvenes están contemplados en la mayoría de sus necesidades, pero se registra un elevado índice de suicidios, producto del descontento. Es evidente, que el llegar a tener muchas cosas y contar con muchas ventajas técnicas constituyó esperanza de felicidad para los seres humanos.

Pero se debe ser cuidadoso cuando se afirma de manera superficial, que algunos sectores puedan hablar de infelicidad, donde prácticamente desde el punto de vista material no falta nada. Se confirma con esta situación un viejo y sabio pensamiento que ese vacío que enfrentan los que tienen cubierto solo la necesidad material, misteriosamente surge la falta de un sentido para sus vidas. No hay duda que el poseer no significa el andar; y la vida es el andar y no el poseer.

Dominador de cosas materiales, que resultan muy útiles en este tiempo donde prima la tecnología; el ser humano se encuentra aislado de su prójimo, desvinculado de la natural lucha por ejercer influencia sobre la sociedad con ideas generosas, y en crisis de valores que enfrentan pueblos ricos desde el punto de vista material.

No hay duda que hoy la cuestión de darle sentido a la vida, adquiere dimensión trascendente, porque ello es la base para enfrentar situaciones dramáticas que causan serios deterioros en el tejido social, como son la droga y el alcohol y la ausencia de dialogo entre las personas.

El futuro de las naciones materialmente más favorecidas, es todo un desafío. Huir del hombre robot, construir conceptos más hondos y duraderos, afianzar la solidaridad, la fraternidad y devolver calidez a la convivencia, son misiones más útiles que llegar a Marte. Es increíble los millones de dólares que se gastan en la fabricación y comercialización de armamentos, para el fomento de guerras que cobran vidas sin mayor explicación.

La gran guerra sería —por ejemplo—eliminar el hambre en el mundo o derrotar definitivamente el cáncer, una cruel enfermedad que le roba años de vida a miles de seres humanos. Este nuevo tiempo de logros tecnológicos, ha causado una desorientación de las energías de gobiernos y pueblos, en detrimento de la verdadera lucha, que debe ser lograr el bienestar, que otorga la libertad y la justicia social.

América Latina está en llamas y resulta inexplicable, ya que tiene todos los recursos para encontrar el más alto de sus destinos posibles, en la capacidad para brindarle al hombre lo que materialmente necesita, afirmando y no negando el contenido de su vida espiritual.

Es absurdo afirmar, que toda la felicidad de los individuos, es un asunto que depende solamente del gobierno. Eso es totalitarismo. El Estado tiene si misión trascendental en el cuidado de la libertad, la seguridad y la educación, pero la sociedad debe asumir que la vida no puede vivirse de manera digna por cuenta ajena y que la democracia debe ser preservada y exige compromiso. Es vital el rol que cumple el esfuerzo privado generando trabajo y compromiso, lo que facilita la autonomía y la responsabilidad de cada uno.

El individuo que espera todo del Estado, pierde la capacidad de pensar por sí mismo, terminando matando su fe en los valores permanentes de la vida, como son el amor al prójimo, la tolerancia y el respeto a las ideas del semejante. En esta nueva etapa que el país inicia, tenemos el gran compromiso, de hacer un Uruguay más fraterno y pensante, en la enseñanza vigorosa del culto al trabajo y al esfuerzo personal.



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