El legado de "La Agraciada". Escribe Saúl Piña
El desembarco de un grupo de bravos orientales liderados por Juan Antonio Lavalleja en las costas del departamento de Soriano, constituye uno de los grandes acontecimientos, en el devenir de la historia de este país, que como ya es tradición, el pueblo amante de sus glorias, recuerda y celebra con la solemnidad que corresponde, para ejemplo y pauta de todos los ciudadanos del Uruguay.
El 19 de abril de 1825 marcó el inicio de una etapa que conjugó el entusiasmo de toda la campaña y que en pocas semanas logró cambiar una situación oprobiosa, reduciendo el poder imperial brasileño a los límites de los muros de Montevideo.
El recordado “Desembarco de la Agraciada” fue posible, como así también los hechos posteriores que culminaron en “Ituzaingó”, gracias a la silenciosa y sacrificada labor, de muchos orientales que desde la vecina orilla, brindaron su aporte financiero o personal.
Seguramente hay que marcar este aspecto como uno de los más relevantes, de la Cruzada del 19 de abril, donde más allá de los graves peligros, primó el entusiasmo, el sentido patriótico y la capacidad de sacrifico, que motiva hombres de buena voluntad , que una causa noble y sentida, son capaces de despertar en los espíritus de una nación. Sin acciones como la de la Agraciada, muy otro hubiera sido el destino del Uruguay.
La herencia palpitante de aquel 19 de abril de 1825, no se trasformará en algo integrado definitivamente al pasado, como una mera pieza de museo siempre aquí haya mujeres y hombres, que sientan la importancia y el orgullo de acometer la tarea común, de respetar las leyes que regulan la vida democrática, cumpliendo con su trabajo silencioso de todos los días.
En estos días enfrentamos una pandemia, que además de afectar gravemente el estado sanitario del país promueve para el futuro, situaciones de marcada dificultad en el aspecto económico y por lo tanto también social Se trata de un escenario que consagra de manera generosa y fraternal, la unión y el sacrificio de todos los orientales.
Es tiempo de superar las diferencias y reactivar en el alma oriental, el rescoldo del amor al terruño patrio, de aquellos héroes de La Agraciada.
Es oportuno recordar que los seres humanos, pueden nuclearse entre sí en torno a ideales y proyectos, que valen más para la sociedad en su conjunto, superando las barreras ideológicas.
En este tiempo debemos enfrentar esta etapa de dificultad, apelando al diálogo y potenciando la solidaridad y el compromiso con los intereses de la República. Será la mejor herencia que podamos legar a nuestros hijos, para que encuentren la luz de lo eterno y puedan transitar con mayor felicidad la apasionante aventura de la vida.
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