Investigadores uruguayos distinguidos en su rubro
Gregorio Iraola, Gonzalo Moratorio, Lucía Spangenberg, María Inés Fariello y José Pedro Prieto forman parte de una generación de científicos uruguayos jóvenes, emprendedores y preparados. Formados en la Universidad de la República (Udelar), por distintos motivos decidieron desarrollar sus carreras en Uruguay.
Sin embargo, saben que las puertas del mundo científico siempre están abiertas y las colaboraciones con los laboratorios de otros países son moneda corriente.
La pandemia por Covid-19 hizo que el mundo entero hiciera foco en una comunidad científica que estaba allí, trabajando con perfil bajo pero preparada para responder. "Puso la ciencia en los focos de la atención", señala el doctor en Ciencias Biológicas José Pedro Prieto. "Nunca hubo tanta gente apoyando a la ciencia, ni tanta prensa mostrando nuestro trabajo. Es muy bueno que hubiera un ambiente preparado, gente formada y lista para accionar ante una situación de alerta. Pero me gusta recalcar que la ciencia es importante y no la tenemos solo para reaccionar en momentos de crisis, eso es solo una parte. Tener un sistema científico es importante porque la ciencia ayuda al desarrollo del país en su globalidad", agrega.
"El sistema científico está más consolidado que nunca en la historia del país", opina el doctor en Biología Gregorio Iraola. "Hoy puedo valerme de lo que ha hecho esa cantidad de gente y potenciar y hacer andar este sistema", explica, al tiempo que coincide con su colega en la importancia de la consolidación del sistema científico.
Además, continúa Iraola con entusiasmo, los profesionales de la Udelar "están muy formados y son requeridos internacionalmente". Y en ese punto la coincidencia es absoluta entre los entrevistados por galería. Para el doctor en Ciencias Biológicas Gonzalo Moratorio, la clave es que los equipos están compuestos por gente "muy joven que es excelente" y que gracias a ellos las cosas se pueden hacer en tiempo récord. Prieto, en tanto, destaca que la ciencia local está "bien reconocida" internacionalmente: "Hay muchas ganas y mucha capacidad. Todos los que trabajamos en ciencia presentamos investigación en congresos internacionales, publicamos en revistas. La capacidad y el conocimiento están en Uruguay".
Desde el surgimiento del Pedeciba (Programa de Desarrollo de Ciencias Básicas), en 1986, la apuesta de Uruguay al desarrollo científico dio sus frutos. La creación del Instituto Pasteur, del Sistema Nacional de Investigadores, del Centro Uruguayo de Imagenología Molecular (Cudim) y el crecimiento de la Udelar con sus sede regionales Norte y Este fueron mojones que marcaron un antes y un después. La cantidad de personas dedicadas a la ciencia aumentó. Pero junto con las consecuencias positivas, también surgieron algunas dificultades. "Hay más gente que está en esto, pero ahora esa gente no está encontrando posibilidades, lugares para trabajar, porque no hay muchos concursos. Eso genera una de las principales dificultades en la ciencia hoy: lograr tener equipos de trabajo estables en el tiempo", reflexiona Prieto.
Fuera del laboratorio, uno de los grandes desafíos para los científicos radica en gestionar los proyectos de investigación. Esta tarea, opina la doctora en Biología Lucía Spangenberg, es fundamental para conseguir becas y fondos. "Si te gusta, bien y si no, también, porque la mitad del tiempo lo pasás escribiendo proyectos", asegura. Mientras que la mayoría de los fondos son solo para insumos y reactivos para hacer experimentos, también están los que tienen una parte asignada para recursos humanos, como algunos de la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII). "Eso es muy bueno porque te asegura gente que trabaje en el proyecto y no lo haga solo de onda", explica la especialista en Bioinformática.
Más allá de la escasez de plazas y fondos, los entrevistados señalan múltiples ventajas del ámbito científico local. "Lo bueno es que al ser un país tan chiquito, conocés más o menos a todos", señala la doctora en Biomatemática María Inés Fariello. Esa accesibilidad se da tanto en el ámbito profesional como en el formativo. "Mientras uno desarrolla la carrera es muy fácil preguntar y plantear intereses, acercarse a las cátedras", continúa Prieto.
Otro de los aspectos señalados por los científicos es que, en general, se les reconoce una gran capacidad para aprovechar los recursos y organizar la forma de invertirlos. Tal vez sea un efecto colateral de la dificultad para conseguirlos, dicen, pero se ve como una fortaleza a la hora de buscar la forma de completar sus experimentos.
Gregorio Iraola · Tras las pistas del coronavirus
"Tuve muchísimas oportunidades de continuar mi carrera en el exterior y las rechacé todas porque tengo un objetivo, que es mostrar que en Uruguay se puede hacer ciencia de la misma calidad de la que podría hacer yo, al menos en mi área, estando en el exterior y así fortalecer el ecosistema científico", explica el doctor en Biología Gregorio Iraola, de 32 años. "Lo que me convenció para poder quedarme es que tenía acceso a las cosas que necesitaba para trabajar y eso es gracias a un proceso de varias décadas posdictadura en las que el sistema científico uruguayo se ha venido consolidando. Está más consolidado que nunca en la historia del país", opina.
Oriundo de Cardona (Soriano), hizo su formación de grado en Facultad de Ciencias, luego de recibirse entró al Instituto Pasteur a hacer una pasantía y después hizo una maestría en Bioinformática del Pedeciba. Finalmente eligió un doctorado en Biología y se quedó trabajando en la unidad de Bioinformática del Pasteur.
"Dirijo un laboratorio en el Instituto Pasteur cuyo objetivo es la promoción de jóvenes investigadores. Este programa se lanzó en 2018 para buscar que científicos jóvenes que estaban en una etapa de consolidación pudieran independizarse y crear su propio grupo de investigación, ser líderes de esos grupos", cuenta. Así creó el grupo Laboratorio de Genómica Microbiana, cuyo objetivo justamente es aplicar las herramientas genómicas y el estudio del material genético para contestar preguntas referentes al mundo microbiológico en el que se encuentran las bacterias y los virus.
Previo a la aparición del Covid-19, su grupo estaba enfocado principalmente al estudio de bacterias, trabajando específicamente con las bacterias resistentes a los antibióticos, un grave problema a escala mundial. Como las herramientas metodológicas que utilizaban se podían aplicar al estudio de otros organismos, rápidamente se volcaron al tema de la pandemia. "Nuestro aporte fue direccionar nuestros esfuerzos y nuestras acciones y esas herramientas genómicas para estudiar el coronavirus. La genómica es lo que nos permite determinar de dónde viene el virus a Uruguay, leer la información genética, los "códigos de barra" de los distintos organismos. Después, comparando los distintos "códigos de barra" podemos determinar cuán parecidos son unos a otros".
Usando información genómica se puede reconstruir la historia evolutiva de un virus y las migraciones que ha tenido de país a país. "Pudimos determinar de dónde habían venido los primeros casos que analizamos y determinar las mutaciones o cambios genéticos que se van acumulando en el genoma. El estudio genómico aporta para conocer cuáles son las variantes que circulan en el país y si tienen alguna relación o no con lo que es la epidemia en el resto del mundo. Todos los brotes que han aparecido se han secuenciado", explica.
Su grupo participó directamente ante cada nuevo brote, buscando la información genética para determinar si eran una nueva introducción o si se debían a la transmisión local. "Es fundamental que esta sea una iniciativa global. La comunidad científica del mundo hoy está enfocada en generar datos genómicos. Lo mejor es que toda esa información se hace pública en una base de datos. Esta información está disponible para sacar conclusiones de lo que pasa en Uruguay en comparación con otros países", explica el investigador, quien confiesa estar motivado y sentir su rol durante la pandemia como un desafío que implica una gran responsabilidad.
Gonzalo Moratorio · Vivir la ciencia como un juego de ajedrez
La película Epidemia, con René Russo y Dustin Hoffman, que relata el surgimiento de una epidemia viral en una aldea africana, la clonación de la oveja Dolly en 1997 y, sobre todo, la influencia de la teoría de la evolución de Darwin, llevaron a Gonzalo Moratorio a interesarse por las ciencias, específicamente por la Virología. El hoy profesor adjunto de Virología de la Facultad de Ciencias, de 37 años, cuenta que para él la prioridad es investigar con el objetivo de incrementar el conocimiento, más allá de encontrar respuestas inmediatas que puedan impactar o resolver un problema específico de la realidad. Como para Louis Pasteur, para Moratorio no hay ciencia básica y ciencia aplicada, hay buena o mala ciencia.
Su vínculo con la Facultad de Ciencias empieza en 2001 como estudiante de la Licenciatura en Ciencias Biológicas. En 2005 finaliza su carrera de grado y comienza una maestría en Virología Celular y Molecular que culmina en 2008. "El doctorado lo hice en conjunto entre la Facultad de Ciencias y el Instituto Pasteur de Montevideo. Durante todos esos años fui concursando y obteniendo cargos universitarios; empecé como ayudante grado I, luego como asistente grado II y ahora soy profesor adjunto grado III de Virología de la Facultad de Ciencias en régimen de dedicación total, por lo tanto, me debo principalmente a la Universidad de la República y a la Facultad de Ciencias", asegura. Pero como sucede en el ámbito de alto nivel académico, su formación no terminó allí. Tras defender su doctorado, realizado entre San Francisco y Montevideo, se trasladó al Instituto Pasteur de París para hacer su posdoctorado. Vivió seis años en Francia mientras se dedicaba a "entender cómo evolucionan los virus y medir y reproducir en el laboratorio sistemas experimentales que permitieran acercarse a predecir o evaluar la evolución o los próximos pasos de los virus".
Respecto a la pandemia, el investigador señala que era algo "totalmente previsible" y que este tipo de eventos van a ser cada vez más comunes "por muchos factores", entre ellos el cambio climático, la polución y la globalización. "Hace 250 años la población entera del planeta era de 1.000 millones de personas. Hoy somos casi 8.000 millones. Si a eso sumamos el aumento poblacional que nos hace entrar a lugares desconocidos y el hecho de que conocemos nada más que el 1% de los virus que circulan en la vida silvestre, eventos como el de esta pandemia son de esperar", agrega.
Además, Moratorio explica que los microbios y los virus tienen mutaciones mucho más rápidas que otros organismos en el planeta, eso les permite adaptarse y producir variantes que muchas veces son más débiles que las cepas que conocemos, pero otras veces no.
El rol de los virólogos "es ser como jugadores de ajedrez: adelantarse, predecir y evaluar cómo va a evolucionar determinado virus", señala el responsable del Laboratorio de Evolución Experimental de Virus del Instituto Pasteur de Montevideo y grado 4 del Pedeciba.
En cuanto a su campo de investigación, señala que trabaja para entender cómo los virus toleran las mutaciones, cómo saltan de una especie a otra y cómo utilizarlos de forma beneficiosa, por ejemplo, para luchar contra el cáncer.
A partir del 13 de marzo, cuando surgieron los primeros casos de Covid-19 en Uruguay, Moratorio y el equipo, que codirige con la doctora en Ciencias Biológicas Pilar Moreno, se enfocaron en el SARS 2, virus responsable del Covid-19. Y lograron, en un momento donde las fronteras se cerraban y los mercados más potentes del mundo demandaban todos los insumos y reactivos necesarios para diagnosticarlo, elaborar sus propios test. "Lo que hicimos fue optimizar, adaptar, juntar y cambiar partes para armar acá nuestro kit. De alguna manera aprendimos cómo, a partir de repuestos, mejorarlos, hacerlos más baratos y escalarlos. Además, entrenamos a muchísimas personas para montar una red de laboratorios que hoy procesan todos los diagnósticos de ASSE: "Como uruguayos, nos acostumbramos, y lo voy a decir de forma criolla, a ‘atarlo con alambre' y trabajar con los recursos que tenemos", sostiene con orgullo.
Lucía Spangenberg · Con ADN emprendedor
"No dije: ‘Voy a ser científica, me encanta'", admite Lucía Spangenberg. Es que a esta estudiante del Colegio Alemán de Montevideo le gustaban muchas asignaturas, como la Biología, la Informática y la Matemática, y por eso se terminó definiendo tras realizar una búsqueda en internet. "Busqué en Google un par de cosas, allá por 2003, y salió la carrera de Bioinformática. No tenía ni idea de lo que era, pero parecía que me podía divertir", cuenta hoy Spangenberg, de 36 años, doctora en Biología y máster en Bioinformática. Tras cursar el Bachillerato Internacional, su conocimiento del idioma le permitió ir a estudiar a Alemania una carrera que en ese entonces no existía como tal en Uruguay.
"Me encantó la experiencia y me empecé a enganchar con la carrera. Si bien no pensé en ser científica a priori, me fue llevando para ese lado". Spangenberg estuvo afuera del país por seis años mientras cursaba su licenciatura y luego una maestría casi completamente en alemán.
En 2009 la opción era seguir haciendo el doctorado en el sur de Alemania o volver a Uruguay. "Si me quedaba, eran tres o cuatro años más y se me iba mucho... eran 10 años afuera. No quería ser extranjera en un lugar por tanto tiempo, te tira Uruguay, la familia, los amigos", cuenta. De hecho, fue su madre la que le hizo llegar un llamado para un proyecto en la unidad de Bioinformática en el Instituto Pasteur, que se había formado hacía poco. Aplicó, fue seleccionada y así ingresó al sistema científico uruguayo. Poco después se presentó a una beca de doctorado de la ANII, la ganó y eso le permitió seguir formándose.
Su especialidad, la Bioinformática, utiliza herramientas informáticas, matemáticas y de estadística para resolver problemas vinculados a la biología. Su campo específico es la genómica humana. "Lo que hacemos es estudiar la molécula de ADN que trae toda la información genética. Es una molécula larga que tiene 3.000 millones de posiciones. Buscamos saber, por ejemplo, si una persona tiene determinada enfermedad. Y para eso intentamos reconocer dónde tiene la mutación que se la genera", explica. "Todos tenemos los mismos genomas, solo diferimos en algunas posiciones y eso es lo que nos da la variedad entre personas".
A pesar de siempre haber logrado sus metas, Spangenberg advierte que el camino del investigador en Uruguay es inestable y que tuvo que "saltar de proyecto a proyecto". "No es fácil vivir siendo científico acá. Mi situación, y la de muchos amigos, no es sencilla, estás todo el día buscando proyectos, intentando ganar algún fondo, luchando por un cargo. Hay muy pocos puestos para mucha gente; la competencia es enorme y la investigación se centra sobre todo en la Udelar y los centros de investigación, como el Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable (IIBCE) o el Instituto Pasteur. La cantidad de gente formada es más de la que el sistema puede absorber", explica. Una noticia positiva, señala, es que la Universidad Católica -donde se desempeña como profesora adjunta de alta dedicación- está apostando a la investigación.
Esta situación la motivó a emprender junto con un grupo de colegas y fundar GenLives, una empresa de genómica médica que se centra en la prevención y el diagnóstico de enfermedades a través del estudio del ADN. "En Uruguay es difícil inculcar lo que es prevención, es difícil que la gente piense con esa cabeza, genera un poco de miedo, porque te dan mucha información y la gente no quiere saber".
María Inés Fariello · Una matemática entre los biólogos
"Nunca sabés en qué momento vas a necesitar la matemática. Con las ciencias básicas pasa eso, es difícil venderlas pero es algo que necesitás tener", explica la doctora en Biomátemática por la Universidad Paul Sabatier de Toulouse (Francia) María Inés Fariello. "Matemáticas siempre me gustó, en mi carnet las materias de ciencias, como Matemática, Física, Química y Biología eran siempre las de dos dígitos, en las otras no me iba mal, pero eran ochos o nueves", recuerda Fariello, que cursó Bachillerato Internacional en el Liceo Alemán. Después de conocer la Facultad de Ciencias durante un recorrido con el colegio, se entusiasmó para estudiar Matemáticas. Cuando cursaba Probabilidad y Estadística conoció a un profesor de la carrera de Biología que trabajaba con números y modelos evolutivos. Y fue allí que encontró la combinación que más disfrutaba. "Era la rara de Matemática entre todos los biólogos", recuerda. "Descubrí que la matemática teórica me gustaba, pero sentía que era demasiado hablar solo de matemática todo el día y así pude encontrar un equilibrio entre la biología y la matemática". Tras terminar la Licenciatura en Matemáticas consiguió una beca para hacer la Maestría en Matemática Aplicada a Biología en Francia; luego también realizó el doctorado allí. Estuvo en Europa durante cuatro años, entre 2009 y 2013. Cuando volvió a Uruguay lo hizo con una beca de posdoctorado y un grado II en Ingeniería, para el que había concursado mientras estaba en el exterior.
"Trabajo en análisis de datos de genética y ADN, con una pata fuerte en aplicar modelos de estadística y aprendizaje automático", explica. "Se le puede decir inteligencia artificial, pero es marketing, yo odio decirlo. Si quisiera hacer marketing diría: ‘hago inteligencia artificial basada en genómica', pero me gusta más decir que hago estadística y reconocimiento de patrones", explica.
"Es un perfil que se busca bastante, porque la cantidad de datos en genómica ha crecido muchísimo y se necesita gente que trabaje la interdisciplina, algo difícil de encontrar". Por eso, y por "la buena formación" con la que egresan los licenciados de Matemática de la Udelar, sostiene que en general es fácil para los uruguayos encontrar trabajo en el exterior. "Mi formación era mucho más sólida al ser generalista y bastante exigente, iba con base más fuerte y, a pesar de haber viajado con un francés muy básico, me fue bastante por arriba de la media. Eso fue porque tenía buena formación", cuenta.
A pesar de tener una oferta concreta para trabajar en Chicago, al terminar el doctorado Fariello decidió volver a Uruguay. "Tira porque es el país en el que tenés amigos, porque en definitiva te gusta vivir acá", explica y al mismo tiempo admite que no eligió Uruguay por las condiciones para la investigación, porque aunque aquí las hay, en Europa y Estados Unidos son muchas más.
Una de las ventajas de su disciplina es que no requiere de grandes gastos o inversiones: con una buena computadora es suficiente para trabajar. "Lo caro es ir a congresos. Cada vez que vas a un congreso los gastos no bajan de 2.500 dólares, incluyendo pasajes e inscripción. Desde acá vas a uno o dos congresos por año con suerte, mientras que en el norte, donde la época de congresos es entre julio y setiembre, pasan de evento en evento", señala. Más allá de los costos y el sacrificio, Fariello explica que ir a los congresos es importante para ver los estudios antes de que se publiquen, interactuar con quienes están haciendo las investigaciones más avanzadas en cada rubro, hacer networking y crear vínculos con la comunidad científica internacional.
Además de ser docente, una tarea que viene de la mano con el trabajo de investigación, pero que además disfruta mucho, lo que más le gusta es el análisis de datos con reconocimiento de patrones aplicado a genómica. "Alguien secuencia alguna especie, tengo los datos de ADN y trato de contar historias a partir de eso", resume.
José Pedro Prieto · Entender las adicciones
"La ciencia, como la cultura, es fundamental para el desarrollo del país. Más conocimiento y desarrollo científico implica más libertad a nivel individual, comunitario y estatal", sostiene José Pedro Prieto, investig?ador grado II del Departamento de Neurofarmacología Experimental del IIBCE. A pesar de no tener ningún vínculo familiar o profesional con la ciencia, siempre lo atrajo el funcionamiento del cerebro y el sistema nervioso. "Me parece un mundo fascinante, lleno de interrogantes y cosas asombrosas", dice este doctor en Ciencias Biológicas, de 33 años. "Quería hacer Medicina para dedicarme a la parte neurológica, pero en el transcurrir del liceo me di cuenta que lo que me gustaba no era tanto la parte clínica sino la parte más de investigación".
En el último año de la Licenciatura en Ciencias Biológicas comenzó a profundizar en neurociencia y desde entonces no paró. En esa época llegó al Departamento de Neurofarmacología del IIBCE a hacer una pasantía y se integró a una línea de estudio sobre la que se había comenzado a trabajar hacía poco: los efectos de la pasta base en el sistema nervioso.
La droga ya se había instalado en Uruguay, pero aún había muchas interrogantes sobre qué era, cómo funcionaba y los efectos que tenía en los consumidores. "No había nada de información básica de lo que estaba ocurriendo en el cerebro, ni siquiera de lo que era en realidad bien la pasta base. Hice mi pasantía en ese tema y después continué la línea de investigación con mi maestría y con el doctorado, que pude hacer a partir de becas de la ANII y la Udelar", recuerda. Se reconoce como un "afortunado", ya que logró darle continuidad a su investigación durante toda la etapa de formación gracias a esos apoyos. El problema es que "las becas son pocas y muy competitivas y hay muchísima gente que no accede a pesar de tener niveles académicos extremadamente altos", opina.
Su investigación fue creciendo hasta analizar los efectos a nivel celular y molecular que explican los cambios en el comportamiento asociados al desarrollo adictivo. "Ahora sí podemos empezar a plantearnos y evaluar posibles apoyos terapéuticos que faciliten los procesos de recuperación de las personas con dependencia", explica. "Vemos que los compuestos cannabinoides, específicamente estamos centrados en el cannabidiol, que es uno de los componentes principales del cannabis pero que no es psicoactivo, tiene varios efectos neuroprotectores, ansiolíticos y antidepresivos. Hay evidencia que sugiere que podría atenuar algunas acciones de drogas adictivas. La idea es comprobar si eso puede ayudar en los procesos de la recuperación, a mantenerla y cuando hay recaída lograr volver a la abstinencia más rápidamente y de manera más eficaz". Además, Prieto estudia los efectos de la cafeína como adulterante, o sea, cuando la sustancia se añade a las drogas para imitar y potenciar su efecto. "Lo que estamos viendo ahora es si el cannabidiol sirve para frenar esa aceleración que se da en el proceso adictivo por la cafeína", explica.
Trabajar con pasta base no resulta sencillo, la sustancia varía su composición en el mercado y manejar muestras de laboratorio sirve pero hasta cierto punto. Lo ideal, dice Prieto, es investigar sobre el material que circula en la calle, y para ello se desarrolló un mecanismo legal que trabaja con incautaciones policiales.
Fuente: Montevideo Portal
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