El legado del "Médico de la Selva". Por Saúl Piña

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La historia del mundo registra que existieron hombres, que con su trabajo y compromiso realizaron importantes aportes para el mejoramiento social de los pueblos.

El 4 de setiembre de 1965 falleció el Dr. Albert Schweitzer, quien había nacido en Alsacia en el año 1874. Fue un médico de elevado humanismo que ejerció su profesión con profundo espíritu de fraternidad y una carga de apostolado en beneficio de sus pacientes. Tenía especial vocación por la música y brillante estudioso de temas teológicos.

En plena juventud tomó conocimiento del drama que enfrentaban los Misioneros en el Congo, por la caótica situación sanitaria, donde en poblaciones selváticas no habían médicos y tampoco centros de internación y medicamentos, lo que provocaba miles de muertes de nativos, sobre todo de niños. Este drama de África afloró la sensibilidad de Albert, siendo el disparador de su determinación para estudiar Medicina, con la firme idea de prestar su concurso en la asistencia de esos nativos perdidos en plena selva.

Culminada su carrera egresa como médico y viaja junto a su esposa al país africano radicándose en un pueblito llamado Lambarené ubicado en una zona selvática, donde con marcado sacrificio funda una pequeña policlínica cumpliendo un sistema de atención de salud, desafiando condiciones ambientales extremas y muchas dificultades que supo enfrentar merced al elevado sentido de servicio. Esta labor se extendió durante 50 años con visos de apostolado, recibiendo el total apoyo de los nativos, que mejoraron su condición sanitaria. Schweitzer fue además un músico excepcional en la ejecución del Órgano, sobre todo en temas de Bach.

En estas horas del mundo, donde una nueva forma de inquisición quiere extraer de las entrañas del hombre su esencia de humanidad, es oportuno destacar las facetas de este doctor, que fue un símbolo de la paz, filósofo, moralista hombre generoso y bueno que hizo de su noble profesión ejemplo de solidaridad para con sus hermanos.

Ya en aquellos años, Albert, se lamentaba que todas las instituciones corporativas, ponía menos énfasis en el valor espiritual de las ideas que ellas representan, que en el de las ideas de los hombres que las componen.

Este ciudadano con su labor de entrega y sacrificio, nos dejó un ejemplo de un hombre preocupado por el sufrimiento ajeno, afirmando que a todos nosotros, nos ha sido concedido el poder divino, de cesar una porción del sufrimiento de nuestros semejantes. Afirmaba que la cultura presupone libertad material y espiritual. Decía con gran visión de futuro: “el terrible drama de nuestra época, solo tocará a su fin, cuando seamos capaces de alejarnos de la senda de la magia económica, a la cual nos
hemos sometido”.

“El Doctor de la Selva” como se le conocía, sostenía que la renuncia al pensamiento de cada uno, es la bancarrota espiritual y que la ciudad de la verdad, no se puede fundar en los pantanos del escepticismo que todo lo pudre”. Soñaba con la aspiración, de encender en el hombre moderno, el sentido de solidaridad y fraternidad en el relacionamiento de las colectividades. Desarrolló su filosofía basada en el respeto por la vida, a través del noble ejercicio de la medicina.

Dejó un ejemplo de vida y todo un símbolo, ya que no fue tanto lo que hizo por los demás, sino lo que los demás pudieron hacer gracias a él. Recibió el Premio Nobel de la Paz en el año 1952.

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