El mundo enfrenta una violencia muy importante de mujeres y hombres. Es paradójico que se haga arte de magia en logros tecnológicos en la Tierra, en el Cielo, en la Luna y en las profundidades del mar, pero los seres humanos somos incapaces de terminar de entenderse de manera pacífica entre ellos.
El mundo todo enfrenta en estos días un claro avasallamiento de los más elementales derechos humanos: la libertad. El poder de Rusia de la mano de un dictador, invade la paz y el deseo democrático del pueblo de Ucrania, generándose un conflicto de agresión que viene provocando dolor y muerte de ciudadanos inocentes, de un pueblo que tiene como antecedente histórico el amor por el trabajo.
Todos los países democráticos elevan con vehemencia sus airadas voces contra semejantes extravíos de un gobierno de mente enferma de poder y enemigo de la libertad. Son países que como el Uruguay, piensan que el alma de toda organización colectiva ha de consistir en la apasionada tutela de los derechos del hombre, considerado en su intransferible naturaleza espiritual y ética.
Son tiempos para valorar en su total plenitud la libertad, que no constituye solo un freno imprescindible para denunciar, corregir y evitar los desvíos y equivocaciones de los gobernantes, sino, por sobre todo una herramienta de trabajo para la misión esencial de la vida humana y no humana: evolucionar, elevando el culto del amor y la fraternidad.
Esta agresión asesina del gobierno Ruso es un retroceso de la historia, producto de un sistema pleno de engañosas falacias catequizadoras y ajenas a la democracia.
La rica historia del Uruguay señala hechos que tienen una valiosa relación con la libertad que es símbolo de la Independencia. El 28 de febrero de 1811, un grupo de criollos tomaron la decisión de luchar por ese valioso tesoro, por el cual hoy reclama el pueblo de Ucrania: la libertad y la independencia. A orillas del arroyo “Asencio” dieron comienzo las primeras acciones revolucionarias, contra las autoridades realistas españolas de Montevideo.
El denominado “Grito de Asencio”, fue un gran triunfo de las fuerzas comandadas por Venancio Benavidez y Pedro Viera, configurando la “admirable alarma” y el inicio de la revolución oriental en la campaña, contra la dominación extranjera.
Este movimiento recibió un aporte muy especial, con la incorporación de Artigas, que rápidamente se convirtió en el líder de la revolución en la Banda Oriental. Los uruguayos tenemos el deber de no olvidar aquella gloriosa instancia del “Grito de Asencio”. Recordar que los sistemas totalitarios, tratan de sobreponer otros valores a los del propio individuo, promoviendo el desprecio por lo humano y el desconocimiento de los valores individuales. Tal filosofía desata estos horrores que hoy la parte del mundo democrático y civilizado está rechazando con fuerza y vigor.
Los dictadores deben saber que la democracia, es árbol que tiene raíces muy hondas. Los temporales podrán abatir algunas ramas, pero nada ni nadie impedirá su reverdecer. El momento llegará indefectiblemente, para felicidad de los pueblos y los hombres.