El 25 de Agosto es un día de júbilo patriótico: la Declaratoria de la Independencia, una ansiada aspiración de los orientales de aquellos tiempos, que se logró con crueles enfrentamientos y mucho dolor.
No sólo emancipación hubo aquel 25 de agosto de 1825, sino también reafirmación de principios republicanos y democráticos, banderas del Artiguismo, que volvían a sostener con coraje y firmeza, los brazos de quienes integraron la gloriosa Revolución de los Patrias.Si la expresión de independiente hace de la solemne Declaración el documento de mayor trascendencia histórica del pasado, presente y futuro del país; la afirmación de postulados de libertad como fundamentales a la vida de los pueblos, lo que significa el reconocimiento del derecho de autodeterminación de los mismos, el rechazo de la fuerza y de la violencia, como sistema de conquistas y sometimientos de territorios, conceden un valor de carácter universal.
Estos principios que fueron proclamados por nuestra modesta Sala de Representantes, siguen siendo hoy pilares de la columna vertebral del Derecho Internacional Público, por lo que la exigencia de su respeto resulta fundamental para el manteamiento de un mundo de paz y justicia en la convivencia.
El escenario mundial ofrece un panorama lamentable por las terribles violaciones a estos postulados, con la muerte de miles de personas. La Revolución Oriental fue la lucha antes que todo, una revolución por la libertad, contra la tiranía y la opresión, por la vigencia de los derechos individuales de los ciudadanos y no una aventura revolucionaria que buscaba lesionar nuestra identidad.
La independencia es tanto fruto de la soberanía como por la libertad, ese valioso tesoro que los uruguayos tenemos que preservar. Debemos tener en cuenta que la libertad otorga derechos pero también obligaciones. En estos tiempos verificamos un escenario complejo, con violaciones groseras, sin tener en cuenta, el compromiso y el deber, que tenemos los ciudadanos, de acatar lo que establece la Constitución.
Todos los problemas que se presenten en este país, no encontrarán solución, con actos de violencia, interrupciones laborales y ocupaciones; que provocan grietas y fomentan el descreimiento y la violencia.
Las herramientas hábiles y democráticas para enfrentar las crisis son: el talento, la educación, voluntad de trabajo, moderación de costumbres, diálogo franco, tolerancia, respeto a los semejantes; cultivando el fomento de la familia, que es el pilar del Templo de la Vida. Son esos los valores para el abatimiento que el fanatismo levanta.
Las conmemoraciones de los acontecimientos históricos, hacen vibrar los espíritus y determinan que nos reencontremos con los ideales, que motivaron a los patriotas a ofrendar su propia vida para legarnos un país que fuese nuestro orgullo.
La conducta cívica debe transitar siempre por los caminos de la democracia, con respeto a la libertad y cumplimiento de las normas, única manera de dejar a las generaciones venideras, un país libre, justo, pacífico y nuestro.