“Hace 50 años, María Teresa De Los Santos y su marido Abayubá Rivas heredaron la explotación de vacas y ovejas de 495 hectáreas situada en el departamento de Salto, en el norte del Uruguay. La finca “San Ceferino” había pertenecido a la familia de Abayubá desde que este nació. Cuando su padre falleció y Abayubá tomó las riendas, María Teresa dejó su trabajo como maestra de escuela para trabajar en la granja”. Así comienzo un relato sobre dos productores ganaderos uruguayos, incluido en un artículo destacado en la página oficial de la Naciones Unidas.
“Durante décadas, con los conocimientos que tenían, María Teresa y Abayubá dedicaron ingentes cantidades de tiempo y energía al trabajo en los pastizales naturales y a hacer que su ganado fuera lo más productivo posible para alimentar a su familia de seis miembros, incluidos dos hijos, una hija y un nieto que vivían con ellos. Sus continuos esfuerzos eran suficientes para proveer de alimentos y necesidades básicas a su familia, pero muy poco más. Con la casa en estado de abandono y la granja necesitada de mejoras en la infraestructura, María Teresa y Abayubá buscaron oportunidades para mejorar sus medios de vida”, continúa, y luego se destaca que en ese particular momento de tensión e incertidumbre “un equipo del proyecto Ganadería y Clima de la FAO visitó la zona para hacer una presentación a las organizaciones de productores”.El proyecto Ganadería y Clima de la FAO cuenta con el apoyo financiero del Fondo para el Medio Ambiente Mundial (FMAM), que en este caso, trabajó con organizaciones de productores del Uruguay“para evaluar la situación de las explotaciones individuales y ayudar a implementar estrategias climáticamente inteligentes” con el objetivo de mejorar la producción cárnica y fomentar “el rebrote de la vegetación y el regreso de la biodiversidad.
Una de estas organizaciones es la María Teresa, que junto a Abayubá, buscaron “mejorar sus ingresos agrícolas y ser más resilientes frente al cambio climático, reduciendo al mismo tiempo el trabajo físico que requería la explotación”. La pareja presentó la candidatura de su emprendimento a la FAO, y luego de una instancia de diálogo con la organización, fue aceptado dentro de su programa de apoyo.
La de María Teresa y Abayubá es una de las 62 familias seleccionadas “para asociarse a este proyecto de la FAO dirigido por el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca del Uruguay y el Ministerio de Medio Ambiente, con el apoyo financiero del Fondo para el Medio Ambiente Mundial (FMAM)”.
La dinámica de trabajo con cada familia productora se organiza bajo la dirección técnica de la FAO, y con la intervención en campo del Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria y la Facultad de Agronomía del Uruguay. Esta especie de equipo asesor, también trabaja con los agricultores para “implementar prácticas ganaderas climáticamente inteligentes que mejoren la producción, aumenten los ingresos y, al mismo tiempo, reduzcan las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y restauren los ecosistemas naturales”.
En el caso de esta pareja salteña, la explotación de su campo daba resultados insuficientes y producía “menos carne de la que debería a causa de la escasez de forraje para los animales”. Al mismo tiempo “las condiciones del suelo de la granja, que ya eran malas al principio, no habían hecho más que empeorar con las cambiantes condiciones meteorológicas”.
Con la colaboración y asesoramiento de este equipo técnico del Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria y la Facultad de Agronomía del Uruguay “la pareja aprendió estrategias para mejorar el suelo, gestionar los pastizales y los recursos naturales de forma más sostenible y reducir las emisiones de GEI de su ganado. Estas estrategias incluían ajustar la cantidad de forraje a las condiciones físicas de los animales y evitar el sobrepastoreo para así favorecer el rebrote”. Así, consiguió aumentar el forraje, a pesar de dos años de sequía.
La nota, además de la historia familiar de estos trabajadores del norte incluye datos significativos de su producción. Por ejemplo, señala que en el primer año del proyecto “una media del 60 % de las explotaciones mejoró sus ingresos netos en un 50 %. Además, sus costes bajaron un 7% y “la intensidad de las emisiones de GEI por kilo de carne ha disminuido un 16 %. Los ingresos adicionales por estos productores le permitieron mejorar la infraestructura de la granja y hacer mejoras en su hogar.
El informe termina destacando que en un “sólo un año de trabajo con poco más de 60 familias productoras de diferentes partes del país, esta iniciativa ha logrado resultados inspiradores. En promedio, el 60 % de las explotaciones mejoraron sus ingresos netos en un 50 %, mientras que la producción de ganado vacuno por hectárea aumentó en un 10,3 % y la de ovino en un 15 % y que “la FAO y las organizaciones locales han comenzado a ensayar el proyecto Ganadería y Clima con otros productores para ampliar y difundir de forma más extensa estos logros medioambientales y beneficios económicos en todo el país”.
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