El severo tribunal de la Historia, siempre finaliza por dar su fallo definitivo al juzgar a los hombres y sus ideas. El 23 del corriente mes, se recuerda un nuevo año de la muerte de Artigas, ocurrida en el año 1850. Se trata de una fecha, de la cual todos los uruguayos, debemos tomar conciencia plena de lo que representa su figura.
Hoy sería oportuno, asumir la contemporaneidad del Prócer y el compromiso que para nosotros de ella deriva. Los ritos ceremoniales pueden repetirse con sentido recogimiento y mucho de costumbre, pero vaciados de contenido. Esto no ocurre con la memoria de Artigas por el hecho de que además del recuerdo, resulta fundamental la actualización que este Uruguay necesita de su práctica.En estos tiempos tan particulares, la vigencia artiguista debe formar parte fundamental de la vida uruguaya, de manera fresca y espontánea, como punto esencial de nuestra realidad, nuestro diario quehacer y nuestro proyecto nacional. Artigas sigue vigente, porque no le temía al futuro y, por el contrario se adentraba en él, por los caminos y métodos más pertinentes y fecundos, como por ejemplo los del federalismo norteamericano.
Este particular ciudadano, supo asumir que el auténtico protagonista de los tiempos modernos era el pueblo. Sus Instrucciones del Año XIII siguen siendo pedagogía para la vida nacional. Son también el símbolo auténtico de toda autoridad, porque fue jefe elegido y confirmado por la libre y espontánea adhesión popular.
Su ejemplo nos debe servir como enseñanza sobre los valores y de qué fuentes deben surgir aquellos que la comunidad uruguaya ponga al frente de sus destinos. El Padre de la Patria fue un ser grande en el pensamiento y también en la acción en tiempos de extrema dificultad, donde trató de concretar en actitudes estoicas en sus acciones, la expresión de la máxima dignidad moral, que consiste en olvidarse de sí mismo, para servir al pueblo, sin pensar en recompensas ni pretender más de lo que tenían sus fieles gauchos, llenos de miseria material, pero indomables en su amor a la Patria y en la defensa de sus libertades.
Sumó a sus tareas de Libertador las de un organizador institucional y apóstol de su vida cívica, creando en la conciencia nacional los dogmas de libertad y soberanía, de justicia, de igualdad, fraternidad y tolerancia.
El panameño Ricardo Alfaro, supo dimensionar claramente la personalidad de nuestro prócer cuando decía: “Artigas, el magnífico batallador uruguayo fue el primero en dar forma tangible a la doctrina de la solidaridad al declarar que su país consideraría como enemigo suyo a los enemigos de cualquiera de los Estados de América”.