La última campanada de la medianoche del 31, en esta civilización vertiginosa, marcará la finalización de un año y el nacimiento de otro.
Todo cambia sobre la faz del mundo, y sin embargo la emoción y tradición de los hombres sigue celebrando ciertas fechas que a lo largo de las épocas han servido para jalonar ese mismo inasible tiempo de que están hechos todos los destinos.Es tiempo de hacer balances, de recapacitar y de planificar cosas para el futuro, pero también, donde los espíritus se sensibilizan. En realidad todo tiempo debería ser bueno para ello, pero nuestra civilización, que ha dispuesto también alegrías y tristezas colectivas por calendario, así lo establece.
El año que finaliza ha tenido alegrías y desilusiones, pero eso no debe ser causa de abatimientos; deberán ser los motivos que justifican la continuación de la lucha porque si el destino nos niega en ocasiones la gloria del triunfo, nunca nos impidió el privilegio de estar en medio de la batalla; es decir tener la posibilidad de vivir y de luchar por concretar nuestros sueños.
En la mitología griega Sísifo trataba de llegar a la cima de una montaña cargando una pesada roca sobre sus hombros. Y nunca llegaba, caía, se levantaba y volvía a repetir su empeño. Incesantemente. Nosotros, integrantes de la cultura occidental y cristiana-profesemos o no la fe en Dios- bregamos por llegar a nuestra meta, por fundamentar una sociedad de paz, de amor y de buena voluntad.
Una sociedad más justa, más fraterna; y aunque a la luz de lamentables hechos de los cuales somos testigos cotidianamente debemos intensificar el esfuerzo todos los días, tratando de no perder la capacidad de soñar, porque en definitiva es la esperanza lo que motiva nuestra existencia.
Dicen los analistas que la violencia en nuestro país, es directa consecuencia del incremento de la droga y del deterioro que afecta la institución familia, ámbito de alivio, de amor y que prepara el alma a consuelos mayores en la aventura de la vida.
Nuestra Constitución lo expresa con claridad cuando dice: "La familia es la base de nuestra sociedad". Solo dentro de la familia el hombre alcanza su plena dimensión humana.
La decadencia de esta institución, supone la ruina de la sociedad y por ende del propio individuo. Reciente estudio señala que los padres hoy, pasan un 40% menos tiempo con sus hijos que hace 30 años. Se debe poner énfasis y defender el respeto a las normas de convivencia, a la autoridad de los padres sobre sus hijos y la de los docentes sobre los alumnos, que son instrumentos muy valederos que sirven a la mejor formación.
Que el Nuevo Año sea portador de la luz que ilumine la senda de unión a todos los uruguayos, para encarar esa aventura colectiva de una sociedad más humana y tolerante.
Que el Nuevo Año nos otorgue la fuerza para el trabajo por un Uruguay mejor. Lo que no pueda yo, lo harás tu y lo que no puedas tu ni yo lo harán ellos. Seguramente.