Wenceslao Varela: el gran poeta por tradición. Escribe Saúl Piña

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Afirman los estudiosos del tema que el folklore es “El saber del pueblo”, es decir el conjunto de tradiciones que reflejan la vida y el espíritu de una comunidad. En estos tiempos de globalización, la defensa de lo autóctono supone un ámbito de resistencia para preservar ese rico tesoro que tienen los pueblos: la identidad. 

Es mandato dimensionar la rica historia que generaron nuestros ancestros y el elevado valor que tiene la herencia cultural y el conocimiento de hombres abocados al rescate, la valorización y la difusión de todo lo relacionado con la vida y las costumbres del medio rural. 

El 25 de mayo de 1908 nacía Wenceslao Varela Corujo, en un humilde ranchito ubicado en el paraje “El Cautivo”, ubicado en la margen izquierda del río San José. Wenceslao vivió una infancia de extrema necesidad material, asistiendo a la escuela solo 6 meses, pero su madre le enseñó a leer y escribir. Profundamente vinculado con el escenario campesino, a los once años escribió sus primeros versos. 

Desde muy joven trabajó en varias estancias desempeñándose en las más diversas labores del medio rural, lo que le permitió tomar directo contracto con las costumbres de la gente del campo motivando su brillante inspiración para transformarse en un destacado poeta de literatura gauchesca. Con tan solo 15 años ya se desempeñaba como peón de tropa y a los 18 le eran confiadas por parte de estancias, tropillas enteras para que domara, una disciplina que manejaba con elevada profesionalidad. 

En una publicación argentina Wenceslao da en 1980 sus primeros pasos como poeta y dice: “Mis primeros versos nacieron borroneados sobre las caronas. Así nomás a golpes del corazón, sin tiempos para correcciones y artificios”. A los 40 años se radicó en San José trabajando en un molino, estudiando electricidad y contabilidad, y trabajando en la Jefatura de Policía. En la finca donde residía, en sus últimos años tenía una especie de museo criollo, donde se destacaba un fogón que se encendía todos los días, con un buen asado a libre disposición de los visitantes. 

Personalmente tuve el privilegio de estar en ese lugar acompañando al Dr. Raúl Iturria y quedé impresionado por el singular hecho de que Wenceslao vestía un hermoso “chiripá”, y que según me decía un vecino, prácticamente todos los días se vestía con esta valiosa prenda tradicional .Es buena cosa tomar contacto con la poesía de Wenceslao, los poemas reflejan una profunda mirada de la idiosincrasia de los habitantes de la campaña. 

Las letras de sus canciones tienen una belleza celestial y tomaron fama en las interpretaciones de otro grande de nuestro folklore: Santiago Chalar.

Es fundamental el recuerdo de los pueblos de aquellas figuras que brindaron su intelecto al rescate de nuestra identidad, reafirmando la fisonomía vigorosa y particular que fraguaron ilustres orientales. 

La valiosa obra de este poeta nativista tendrá que ser integrado a los Programas Educativos de nuestro país. Será una forma de afirmar la orientalidad.    IR A PORTADA 

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