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Este miércoles los tapabocas volvieron a la ciudad de Durazno, pero esta vez no como una medida de protección contra el COVID-19, sino como una defensa contra una tradicional invitada primaveral: la pelusita de los árboles.
Con la llegada de la primavera, los plátanos que adornan las calles de Durazno liberan una lluvia de pelusitas que, impulsadas por la brisa, cubren la ciudad en un manto blanco y ligero. Esta "nevada" de pelusitas puede ser encantadora para algunos, pero para otros se convierte en un auténtico tormento, afectando no solo su salud ocular.La situación es tal que, durante toda la mañana se pudo observar a numerosas personas caminando por las plazas -Sarandí e Independencia- y calles de Durazno con barbijo, bufandas y pañuelos en la cara, tratando desesperadamente de protegerse del polvillo de los venerados árboles.
Incluso los funcionarios de la Intendencia encargados de mantener limpias las calles de la ciudad, se unieron a la tendencia y se les vio trabajar diligentemente con sus propios cubrebocas para evitar la inhalación del polvillo.
Las arterias principales de la ciudad, como la avenida 18 de Julio y la calle Manuel Oribe, se vieron especialmente afectadas por esta invasión primaveral. Los plátanos, que dan envidiable sombra en verano y embellecen la ciudad durante gran parte del año, se convirtieron otra vez en la fuente de este inconveniente.
Lo curioso de esta situación es que, antes de la pandemia de coronavirus, la gente de Durazno no tenía por costumbre utilizar mascarilla. Sin embargo, la experiencia del COVID-19 dejó una marca indeleble, y el uso de estos implementos se convirtió en algo común, incluso cuando el enemigo no es un virus, sino unas molestas pelusitas.
En medio de esta particular lucha contra las pelusitas existe un dicho entre los lugareños y visitantes: "Si te gusta Durazno, bancate la pelusa", como una muestra de cariño y tolerancia hacia esta idiosincrática singularidad de la ciudad.