El fin de año de todo calendario, es apenas un hito en el complejo camino que transitan los seres humanos. En la natural euforia de las celebraciones habrá una instancia para el recogimiento y la reflexión; para el análisis del pasado, para la memoria de los que ya no están, pero también, para el vuelo de la imaginación, para futuros proyectos y también para los sueños.
Aunque las agujas o el rítmico titilar de los números no se detenga en los relojes, se detiene el pensamiento y se lanza hacia atrás. Se produce una mágica instancia, para repasar lo hecho, para tatar de saber dónde se está, pero también para elucubrar el porvenir, tratando de planificar nuevas acciones.En realidad todo tiempo debería ser apropiado para ello, pero nuestra civilización, ha dispuesto alegrías y tristezas colectivas en función del calendario. El ponerse en metódica actitud de contemplación y evaluación del pasado, nos ubica también de manera circunstancial, de espaldas al futuro, lo que lejos de ser una resignación ante el porvenir, puede despertar nuevos propósitos y la planificación del tiempo que vendrá.
En la reunión familiar de la noche del 31, levantemos las copas con fe racional y compromiso con el Uruguay que a todos nos pertenece, para que podamos enfrentar la inmensa aventura colectiva, que es el desafío actual para todos, donde ningún oriental de ley, puede rehusar su concurso y su esfuerzo honrado y tenaz.
En este Uruguay tenemos dificultades, pero es propio de almas fuertes no poner vallas en el camino, sino con sentido patriótico, analizar los males de este tiempo y depositar el mayor esfuerzo colectivo para enfrentarlos, con fe y con optimismo, para su pronta superación.
Es momento de cultivar entre los orientales, los ideales de justicia y convivencia armónica, con empatía hacia el semejante, superando las diferencias ideológicas y de meros intereses de grupos o tendencias de opinión. Tenemos la valiosa herencia de nuestros ancestros de continuar edificando un futuro acorde con nuestras tradiciones nacionales. Que no son un capricho de la historia o un mandato que vino de afuera. Es el modo con que ésta se modeló por el carácter de nuestra raza y la influencia de nuestros héroes.
El programa del humanismo liberal, consiste en invitar a cada ser humano a ser lo más posible él mismo, poniendo énfasis en cultivar su propio templo interior, como manera de fomentar el amor y la fraternidad.
Que el nuevo año traiga paz en el corazón de cada uruguayo, porque solo en la paz y en la feliz convivencia puede asentarse el trabajo común, el respeto que nos debemos y la tolerancia, que permite la armonía social y el crecimiento del espíritu. Tenemos la aspiración de que el 2024, traiga la generosa piedad de los poderosos, al servicio de los que más débiles.
El compromiso es hacer la tarea, porque lo que no pueda yo lo harás tú y lo que no puedas tú ni yo, lo harán nuestros hijos. Con toda seguridad. ¡FELIZ AÑO CON SALUD Y ESPÍRITU FRATERNAL! IR A PORTADA