Artigas: esencia de la nacionalidad. Escribe Saúl Piña

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Con la debida vibración patriótica que solo la mención de su nombre provoca en el alma de los uruguayos, la República celebrará el miércoles 19 de junio el 259º aniversario del nacimiento de José Gervasio Artigas.

El respeto a nuestro héroe tiene el significado del culto a la Patria misma y que son sus ideas las que nutren, vigorizan y definen, las profundas esencias de nuestra nacionalidad. Fueron muchos los valores que lo caracterizaron como la reciedumbre de carácter, la firmeza de las convicciones, el cristiano afecto por los más humildes, la sobriedad y la austeridad en las costumbres. También el profundo amor por el terruño, la bravura y la inteligencia militar. 

Todas estas virtudes que enaltecen a nuestro héroe, fueron básicos en la profunda compenetración de su identificación con el pueblo oriental, siendo el ejemplo del típico Caudillo popular, que cuando un pueblo ve reflejados y contempladas sus aspiraciones y anhelos, lo sigue y obedece por naturaleza, sin imposiciones ni demagogias, sin mediar intereses ni promesas, porque reconoce en él sin dificultad a su único y legítimo representante. Lo hace más allá de formalidades, por el seguro instinto y por la confianza y fe que conduce al pueblo a seguir por quien lo guía por los mejores caminos del bienestar colectivo. 

Decía Ravignani que Artigas: “con rara intuición identificaba en un mismo grado tres principios conducentes a la libertad de los pueblos, a saber: Emancipación, Democracia, República, en el Reglamento de 1815 desarrolla un programa de contenido socio económico, fundado en los principios de lo que hoy llamamos humanísticos”.

La grandeza de Artigas no está solamente en las acciones de dimensiones incomparables que trazan los caminos del Éxodo y la experiencia de sangrientas batallas. Está además el pensamiento rector que hace de este particular oriental, no solamente un líder—que no es poca cosa--, no solamente un jefe valeroso, sino además una cabeza pensante, que marca para su pueblo y para toda América, el camino correcto. 

En las horas confusas en que otros soñaban con dinastías y con tronos, el caudillo marcaba el gran camino de la democracia liberal; esa que no reconoce como legítimo nada que no salga de la matriz colectiva, colocando al pueblo como el soberano único de sus propios destinos. La superioridad del héroe oriental, se basa en haber creído en el pueblo y en los instrumentos fundamentales de la democracia. 

Este 19 de junio no puede ser exclusivamente la hora de una simple exaltación de recuerdo; debe ser para la reflexión por el rico legado que nos dejó, sobre la soberanía particular de los pueblos, y las ideas de justicia y de libertad civil y religiosa, que establece el sufragio y convoca a Congresos. Que fomenta el aumento poblacional, que vela por la buena organización familiar, por el apoyo y seguridad de la campaña y la integración de las razas aún sometidas -negros e indios- al trabajo y la protección social, que protege la educación y la cultura del pueblo, como la creación de la Escuela de la Patria y la Biblioteca Pública. 

El 19 de junio seguirá siendo el Día de Artigas, porque el gran pueblo sigue teniendo en el vencedor de Las Piedras, el único jefe.

El mejor homenaje que le podemos brindar, es escuchar el rico mensaje de su silencio fuerte de sabiduría, que no ha de tener otra voz, que la que le preste alma adentro, el balance que cada uno tengamos el valor de hacer.

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