El 15 de setiembre de 1909 nació el Profesor Carlos Scaffo Bonfrisco. En estos tiempos tan dinámicos donde el materialismo supera con amplitud al espíritu, donde el mérito duradero cedió ante el éxito fulminante y la felicidad efímera abatió al deber, es bueno la invocación y la demanda en el reconocimiento y recuerdo, de aquellos ciudadanos que marcaron sendas de laboriosidad, transitando los caminos de la vida con dignidad y profundo sentido de ética.
En lo mejor del libro de la historia de Durazno, ocupa un sitio muy particular el Profesor Carlos Scaffo Bonfrisco. Fue un calificado Profesor de Filosofía y Literatura. Hijo de inmigrantes italianos que -como miles llegaron- al Uruguay con el firme propósito de aportar trabajo y en la búsqueda de la felicidad para sus descendientes.Scaffo nació en el paraje “La Curva”, tomando desde su infancia contacto con las labores de la tierra, lo que implica, sacrificio y amor por la Naturaleza. No dudo que en ese ámbito y en ese tiempo, encontró la inspiración para la leyenda que luce nuestro Escudo Departamental: “En pensamiento me centro y me descentro en labor”.
Cultivó en profundidad los auténticos valores en su tránsito por la vida y esa condición tan particular de los elegidos: la humildad. Tenía el don de valorar la belleza de las cosas simples que integran la existencia humana, descubriendo que el secreto de la genialidad, radica en conservar el espíritu de niño.
En tiempos de intemperancia, supo enfrentar las injusticias que lo afectaron directamente, con otra gran condición: la tolerancia, superando esas etapas con nobleza y mirando el futuro sin alimentar rencores. En su vida, dio testimonio de que por encima de la pequeña pertenecía a tal o cual oficio que cada uno pueda tener, hay una profesión universal, la de ser hombre; a ella no se pertenece, por ella se es. Don Carlos tenía esa categoría y un señor de la dignidad y su vida fue fruto del cultivo de su templo interior.
Jamás pensó escalar posiciones que solo se logran, dejando girones de decoro y dignidad en los declinatorios de la antesalas de los jerarcas de turno. Docente por muchos años, educó pero no adoctrinó. En su magisterio sembró el fruto del amor por el semejante, el valor de la juventud y el sentido ético superior, lo que practicó como poeta, como docente y también en el ámbito político.
Don Carlos con su magistral pluma, marcó rumbo en la búsqueda de la verdad y de la luz del conocimiento del espíritu, sintiendo cada día con frescura original la fe en los grandes principios que unifican y otorgan sentido a la acción del ser humano sobre el planeta.
Cultivó en profundidad los auténticos valores del hombre y esa condición de los elegidos: humildad. Tenía el don de evaluar la belleza de las cosas simples y sabía que el secreto de la genialidad, es conservar el espíritu de niño.
Permanecer en el buen recuerdo no es cosa fácil y solo lo logran aquellos individuos templados en las enseñanzas vigorosas del taller de la vida, que transitaron por el camino del esfuerzo, la experiencia de la familia y el culto a la democracia. Este particular ciudadano fue uno de los privilegiados y la difusión de su pensamiento sería una oportunidad para el rescate de valores culturales y educativos que hoy están en crisis.