Dice un viejo dicho que “la justicia tarda pero llega”. Lo real es que la justicia a veces tarda mucho, algunas veces no llega y otras veces se equivoca. Hace algunos años fue liberado en Estados Unidos Kevin Strickland, quien pasó 43 años en prisión confirmándose luego que era inocente. En 1978 fue acusado de un triple asesinato, cuando tenía solo 18 años. La fiscalía revisó su caso confirmándose que había sido un grave error y que era inocente. Cuando salió de la prisión lo hizo en silla de ruedas.
En otro sonado caso en Estados Unidos, se confirmó la inocencia de George Stinney, que era negro, siendo la persona más joven que ha sido ejecutada en la silla eléctrica. Tenía 14 años el 10 de junio de 1944 cuando fue ejecutado y la condena fue resuelta por un jurado de blancos, en un juicio que duró tan solo un día, en lo que se considera un atropello de la justicia. En el momento de la ejecución, el niño era tan pequeño, que debieron colocar unos libros para sentarlo y poder alcanzar el nivel de los cables en la silla eléctrica, en un hecho que habla de la crueldad y la falta de garantías de la justicia; seguramente porque fue víctima de la segregación racial. Luego de 70 años se comprobó que era inocente, quedando en evidencia que también los jueces se equivocan.Hoy hay países donde rige la pena de muerte, como Corea del Norte donde el pasado mes fueron ejecutados seis ciudadanos en la horca por ser enemigos del régimen.
Uruguay fue un país adelantado en cuanto a la eliminación de la pena de muerte. Un mensaje y Proyecto de Ley enviado por José Batlle y Ordóñez al Parlamento, fechado el 27 de junio de 1905, planteando la eliminación de la pena de muerte, fue aprobado durante el gobierno de Claudio Williman, el 23 de setiembre de 1907.
La última sentencia de pena de muerte fue cumplida en nuestro país, el 25 de setiembre de 1902, en el establecimiento de campo de Adolfo Silveira en el paraje “La Coronilla” ubicado en Colonia. Fueron ejecutados en dicho lugar, donde habían asesinado a cuatro personas, incluyendo un niño.
La pena máxima fue aplicada en el Uruguay desde la época de la colonización y el sistema más utilizado era la horca y el fusilamiento. En 1764, cuando asumió como Gobernador de Montevideo Agustín de la Rosa, hizo levantar una horca en la actual plaza “Constitución”, con el objetivo “de afianzar la quietud de la población y atemorizar a la gente inquieta”. Las ejecuciones eran públicas con la asistencia de cientos de vecinos.