Un 24 de enero fallecía Orlando Aldama, el duraznense cuyo legado sigue vivo. Por Saúl Piña

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El 24 de enero de 1987 en el Oriente de las Musas se declaró Duelo Nacional y en el Uruguay el escenario cultural se vistió de luto: había fallecido Orlando Aldama, un dilecto hijo de Durazno, tocado por la varita mágica de la mejor inspiración; destacándose como periodista, dramaturgo, guionista y calificado empresario teatral.

Este ciudadano tuvo el particular privilegio, de haber sido el autor uruguayo que percibió mayor suma de dinero por concepto de derechos de autor en la década del cuarenta, por la representación de sus obras en los escenarios rioplatenses.

Con tan solo 14 años, ya escribía en una publicación llamada “Pago”. Muy joven se trasladó a Montevideo integrándose en plenitud en el ambiente cultural, fundamentalmente en el teatro, como director, crítico, empresario y animador de muchos movimientos teatrales, habiendo ejercido también la Presidencia de la Comisión de Teatros Municipales en Montevideo. 

Orlando culminó su actividad laboral como prosecretario del Senado de la República, regresando a Durazno a su querido rancho sobre el “Yí”, que seguramente fue un factor básico en su inspiración. 

En nuestra ciudad tenía un selecto grupo de amigos, que se reunían en el “Sorocabana”, de donde ha quedado el recuerdo de increíbles anécdotas y como rico testimonio, una mesa lleva su nombre.

Tenía un humor muy mordaz, una inteligencia superior y el don de la natural simpatía, todo lo que determinaba que se le escuchara con particular atención. 

Fue Edil del Partido Nacional y dicen los recuerdos, que era temido en el escenario de las discusiones, ya que salpicaba los debates con tiempos de humor, lo que desconcertaba a sus oponentes.

Aldama tenía la virtud de volcar en sus obras la belleza de sanos conceptos, con pureza original y la gracia, sin recurrir a las palabrotas.
Tenía el especial atributo personal, de un profundo observador de las conductas humanas y de los personajes de pueblo, que eran la cantera de su fantástica inspiración, como por ejemplo fue el querido “Chibi” Giordano, quien fue particular amigo de Orlando.

Del valioso numen de Aldama surgieron obras de teatro que lograron rotundos éxitos, logrando particular destaque los guiones de películas que tuvieron como protagonista al recordado Luis Sandrini, que ocuparon cartelera por espacios de hasta seis años en Buenos Aires, con descollante éxito, como: “El Diablo andaba en los choclos”, “Juan Globo”, “Los duendes cazan perdices” y “Los Ángeles no tienen miedo”.

Orlando tuvo la virtud de generar profundas amistades, sabedor que la hermandad de afectos, que se otorga sin medida y se recibe sin pedir, es uno de los dones más preciados con los que puede agraciarnos la vida.

En el pasaje terrenal el tiempo es el gran tamiz, que al final nos ubica en el casillero de la eternidad. Orlando Aldama está en ese Oriente reservado a los grandes de espíritu y corazón, pero su recuerdo sigue vigente por la calidad y nobleza de su legado espiritual.

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