Las estrellas del 29 de marzo brillaban sobre el centro del país, como si quisieran ser testigo de la gran final. En el campo del Landoni, dos equipos se medían con la entrega de quienes saben que no hay mañana. Deportivo Taddey y Deportivo Durán se encontraron en una definición que no fue solo un partido, sino un duelo de voluntades.
Los noventa minutos transcurrieron entre la tensión y la entrega. Un gol por lado y la sensación de que cualquier descuido podría inclinar la balanza. Pero ni el tiempo reglamentario ni el alargue pudieron separar a los contendientes. Como en las historias que se graban en la memoria, el destino había decidido que la corona se definiría desde el punto de penal.La tanda fue un desfile de nervios. La hinchada contenía el aliento en cada disparo, celebraba con efusividad en cada acierto. Al final, el Taddey fue más certero, más preciso en ese instante en que no hay margen para la duda. Se impuso 5-4 en los penales (6-5 en el global) y la euforia se desató en las tribunas.
La gloria tiene extrañas formas de manifestarse. En la cancha, los campeones se abrazaban como si la vida dependiera de ello. En la otra vereda, el Deportivo Durán recogía su derrota con dignidad, consciente de haber luchado hasta el último suspiro.
Durazno tiene un nuevo rey en la Liga de Fútbol de los Barrios, y su nombre quedará grabado en la historia: Deportivo Taddey, el equipo que en una noche de marzo tocó el cielo con las manos.
