
En el este remoto de Durazno, donde el campo se abre en largas extensiones de silencio y cielo bajo, hay caminos que no son caminos, sino heridas abiertas por el tiempo, la lluvia y la desidia.
Desde el establecimiento Cueva del Tigre hasta La Paloma hay 22 kilómetros de tierra, lodazal en días de lluvia. Pero para Natalia Soledad, una madre lectora de DURAZNO DIGITAL, ese tramo es mucho más: es el trayecto que separa a su hija del CAIF al que llevaba tres veces por semana, al que -por ahora- no puede asistir porque el barro ha convertido el camino en algo intransitable."Dejé de llevarla. Antes hacía 88 kilómetros diarios para que pudiera ir y volver. Salía a las 08:00, la dejaba a las 08:30, volvía a trabajar, y a las 12:00 otra vez el viaje para buscarla", nos cuenta. Lo dice sin quejarse, como si en el fondo supiera que nadie ha mirado nunca demasiado hacia allí.
Pero el lunes 7 de abril -un lunes de lluvia y apuro- todo se volvió urgente. Salió a las 09:00, llegó al médico a las 10:45 (casi pierde la consulta), y de regreso, el barro les tendió una trampa: "Estuvimos a punto de quedar enterrados", escribe.
Desde setiembre de 2024 no se hace un mantenimiento digno del camino, relata vía WhatsApp, Natalia, al Portal de Noticias.
Pero no es solo ella. También maestros, cocineras, padres y niños que transitan desde parajes como La Alegría sufren las mismas penurias, bajo el mismo cielo, sobre las mismas huellas. Natalia comparte imágenes y videos breves. En ellos, el barro parece crecer, devorando las ruedas, la rutina, la esperanza.
IR A PORTADACuando el barro sepulta la esperanza: el camino olvidado que aísla a niños, madres y maestros en el este de Durazno / Nota completa aquí: https://t.co/gFJpgKLVTk pic.twitter.com/khjyxlH03M
— DURAZNO DIGITAL (@duraznodigital) April 11, 2025