
Sobrevive, solitaria, una pared de casi quince metros, testigo en pie del viejo Corralón Municipal de Durazno. Asoma a un costado de la calle Instrucciones del Año XIII, donde se cruza con Martín Salaberry. Allí donde antes hubo oficinas y trajines, hoy queda apenas un muro largo y gris, esperando la llegada de una nueva historia: la de las viviendas que ocuparán el predio, ya destinado a los funcionarios municipales.
Pero mientras la espera se alarga y el yuyo crece sobre lo que alguna vez fue una placita, una cuadrilla inesperada se hizo presente. Con brochas, pintura y entusiasmo, tres jóvenes de la autodenominada “barra de la percusión”, hinchas del Club Atlético Peñarol, tomaron la iniciativa de pintar ese muro olvidado. No lo hicieron a escondidas; todo lo contrario: compartieron las imágenes con orgullo, como quien siente que ha devuelto algo al barrio.El paredón aún en pie fue "transformado con amarillo y negro", contaron a DURAZNO DIGITAL. La inscripción alusiva al club no es una provocación, sino una afirmación de su identidad, un gesto estético que pretende dignificar lo que antes era ruina. “Queríamos darle vida al lugar”, dijeron.
Consultados por el entorno, explicaron que piensan cortar el pasto y arreglar los juegos rotos de la pequeña plaza invadida por malezas. Su plan no se detiene en el color: buscan que la gente recupere ese rincón, vuelva a sentarse allí, a tomar mate, a charlar con los gurises. Un gesto que va más allá de la camiseta y se inscribe en el terreno de lo comunitario.
Este tipo de intervenciones, cuando son realizadas con respeto y compromiso, no merecen el rótulo de grafiteadas ni deben abrir la puerta a rivalidades banales. Son actos de presencia, pequeñas rebeliones contra el abandono. Y aunque el paredón seguramente un día caerá para dar paso a las viviendas prometidas, por ahora respira. Y lo hace con los colores de un club que vibra en el corazón de casi medio país y no pasa inadvertido para el resto.
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